Capítulo IV. TRES

Palmerolo y los Naguales Candelario Reyes García

Capítulo IV. Tres.

-¡Arre, burro! -Se oyó una vos que retumbó cerca- ¡Miro que ya tienen nuevos amigos y que compraron burro!Vende Queso Falso apareció, así, a manera de un aparecido en día de muertos. Y siempre era así, al menos una vez cada cierto tiempo, se aparecía entre los mendigos, a pelear espacio y reposar allí, de vacaciones breves y para sus placeres privados, algunas veces permanece encuevado a las orillas del río sucio, mientras encuentra su divertimento preferido. Aquello es de verse, pero como todo lo que allí sucede, pertenece a un mundo invisible, divisible, irreversible. Verlo, muchas veces enturbia la vista y la razón.Los artistas se alistaron para irse en medio de aquella confusión. Prepararon sus cachivaches de gloria puntual y simple como un soplo de felicidad.-¡Hey, los confites! ¿No se van a ir llevándose los confites?- Les dijo un niño-¡Dejen los confites y llévense su burro! –Dijo un poco azorada la vieja -¡Yo ya tengo miedo de seguir aquí si ese animal se me acerca y me habla!-¡Esta vieja sí que está topada!- rio Vende Queso Falso-¡Ahora cree en burros que hablan! ¡Válgame Dios, por eso es que me siento mejor entre ustedes, que entre gente que se dice normal! ¡Además allá, la dicha, hay que comprarla! Aquí, es de gratis.Los jóvenes repartieron los confites con bastante premura, al parecer dieron por cumplida su faena y partieron.-Vamos para el barrio. A hacer resistencia al barrio. Vamos a romper este toque de queda animando las calles con música, antes de que la animen a balas los de la policía y el ejército.Uno de ellos se volvió para decirles. “No le digan a nadie lo de Palmerolo, no fue cierto, los policías los pueden creer locos y pueden castigarlos. No todo mundo comprende los trucos de este viejo volatín” agregó, señalando el viejo._¡Já, ya decía yo!- Cascabeleó su jerigonza entre saliva la vieja- ¡Son unos bandidos, nos domaron, y tamañas pedradas le zampé yo al pobre burrito bruto, jajajaja!-y agregó,-¡ ay vuelven, pero no nos traigan azoros y menos de burro!-¡Adios!- dijeron ellos, con prisa por irse- ¡Deberían de venirse al barrio con nosotros!La niña los miró con duda, riéndose y diciéndoles adiós con ambas manos. -¿Y qué historia es esa, vieja?- dijo con sal en las palabras, Vende Queso Falso.-¡Esos volatines, que para divertirnos mejor, nos cagaron, así, de un chispazo, haciéndonos creer, que aquél burro que va pal río, habla!- le respondió ella cubriéndose la boca al reír-¡Bueno y es que nos habló, pero era puro truco del viejo entre ellos, que es zamarro para hacer ver que hasta los muñecos que anda en una caja, se vean, como si estuvieran vivos!-¡Y, a saber!- Agregó uno de los niños-¡A saber! ¿A saber, qué? ¡Vos! ¡Ya te pusiste pendejo vos también!- Le reclamó al niño, bien brava la vieja.- jajajajaja, -rió Vende Queso Falso-jajajaja,- rieron todosEl niño se molestó porque se reían de él y se fue, llevándose casi de arrastra a Pijiriche, lo siguieron tres niños más, pero no la niña, que seguía jugando con las sombras.-¿A dónde van, oh?- dijo un viejo medio tuerto, que los miraba levantando ladeada la cabeza, como para enfocar bien el único ojo servible.-A aguar el perro- dijo sin interés uno de los niños, pero la verdad, iban en dirección de donde estaba Palmerolo.-¡Ya días que no venía a quedarse entre nosotros, Don Queso!- dijo uno de los hombres- Lo hemos visto paseando por la ciudad, pero usted no nos ha visto.-Como seis meses- respondió con desgano Vende Queso Falso- pero hoy sentí la necesidad de ustedes- y se estremeció como si un escalofrío le bajara por el pecho.-¿Y cuándo nosotros lo vemos en las calles, usted no nos mira, que nosotros le hacemos señas y le decimos adiós?- dijo otro hombre.-¿Mirar? ¿De qué sirve mirar si no ha de tener utilidad? ¿Para qué los puedo mirar? ¡Si tengo que mirarlos, para eso bajo aquí!-¡Ah, ya les he dicho, un par de noches, de vez en cuando, lejos de la mentira y la paso bien, por eso vengo aquí! Ya les he contado la historia de Lázaro y Epulón y por un rato, un par de noches, me sirve sentirme como Lázaro. Mi familia ya sabe y me dejan hacer mi locura. Es que los pobres limpian mi alma.-¿Y eso para qué?-Dijo otro que no había hablado y que por primera vez veía a Vende Queso Falso.-¡Bueno, me siento libre, tengo la libertad de hacerlo! Venir de arriba acá abajo.-¡Sí, oh, ha de ser chulo, jajajaja, si cada uno pudiera vivir su propia burrada!-¡Burrada!-exclamó molesto Vende Queso Fresco- ¡Uno vive y punto, esa es mi filosofía!-¿Así se llama la mujer de usted?-se interesó en saber la vieja- Es un nombre bonito. Yo también me quisiera llamar Sofía.Él la miró despectivo y con una minúscula risa y dijo ¿Sí? Hubo un prolongado silencio, por el que se dejó oír el parloteo de los niños en el río, que aparentemente luchaban por bañar a Pijiriche y este les ladraba suplicante. Ellos lo animaban riendo y jodiéndolo, pero insistiendo en meterlo al río. Por momentos lo lograban y el perro saltaba para afuera y se sacudía, rociándolos a ellos sacándoles sobresaltos de frío, que era lo que más disfrutaban, sobre todo, saltando con agilidad para capear las salpicaduras de agua.-Se van a cagar en el perro, esos cipotes- dijo una vos. Los demás rieron- Si lo mataran y tuviera carnes, bien haríamos un asado esta noche.-¡Cagarse, mire como él no se cague en ellos, que él es la viva cagada! ¡Yo nunca tocaría ese perro puerco ¡- dijo, y escupió hacia un lado, pero el viento le trajo la saliva rala de regreso, que bañó también a los demás que protestaron y ella les respondió con una risa entrecortada con un tosido seco que la puso en apuros, después siguió riendo.-¡A vos deberán de bañarte esos cipotes! -Le dijo un viejo.-Yo propongo que vayamos todos a bañarnos al río, -dijo de improviso Vende Queso Falso-y diciéndolo se fue quitando la ropa hasta quedar totalmente desnudo, corriendo hacia el río, otros lo imitaron y los menos, se fueron a meter de regreso a sus cuevas, como temerosos de algo, no sin antes repartirse las ropas de vende Queso Falso, al que ya se escuchaba chapaletear en el río. Mientras que la vieja, haciéndose la desentendida, se metió entre las sombras, casi desapareciendo por encanto. La niña, se había quedado dormida en la arena. Se oían las voces de alegría, de los nudistas que correteaban en la corriente pacha del río, mojándose unos a otros.-¡Nos vamos a morir, a morir a morir, -decía uno de ellos, que sólo hacia el gesto de meterse agua y daba de regreso, con intenciones de ponerse de nuevo la ropa que llevaba hecha un puño pegada al pecho.-¡Morite, cabrón, pero morite bañado!- escuchó que le decía uno y todos explotaron en risas- ¡ jajajaja!-¡Si querés morirte, mejor vení te ahogamos! -Dijo otra vosAl oírse esa voz, Vende Queso Falso hizo un gesto con ambas manos y una actitud como de visionario, una energía muy interna lo trasformó y con ella atrapó a los demás.-¡Buena idea!- Exclamó- ¡Por qué no lo ahogamos por cagado?Se mantuvo el silencio.-¿O lo ahogamos a él, o nos ahogamos todos por cagados!-AgregóSiguió el silencio, sólo el temeroso, comenzó a reírse de nervios.-¿Ganamos o perdemos?- dijo Vende Queso Falso, acercándoseles a los otros, afinando la propuesta-¡Yo les digo que ganemos!-¡Nadie gana si yo me ahogo!- dijo temblando el temeroso, riendo como alocado.-Vos ganás, ganamos todos; vos te hacés famoso y te hacen un buen entierro ¡Hay que ser triunfador en esta vida! ¡Ganar, todos somos ganadores, basta con tener una actitud de ganador!-¿Y los demás? ¡ ganarganaranaraganararanarargannnar! ¡Váyanse muy a la mierda!-¡Es un entierro, vos, todo mundo gana en un entierro! ¿O te gustaría morir sin que nadie lo sepa y que te coman los zopes, que te arrastre con dificultad el río y heder por muchos días?Y todos miraron al que iba a morir, los niños sintieron un viento raro y se llevaron de arrastra al perro mojado y tembloroso para ponerse a salvo, porque sabían que algo iba a ocurrir. Palmerolo y los Naguales queriendo entender lo que sucedía se pusieron en alerta, porque de pronto se sintió la presencia de la Parca.-¡Ganemos!-dijo con una risa torva Vende Queso Falso- Yo me encargo de los periódicos, de la bulla y que a todos por un día les sientan lástima-¡Ganemos, denme esa oportunidad de hacerlos ganadores! ¿Qué es un día más, qué es un día menos en la miseria? ¡La muerte es santa! ¡Es un Ángel!- Predicaba, estaba eufórico, y mientras hablaba se agarraba de su masculinidad y la agitaba, y se les iba acercando más- ¡Morir, qué es el morir! ¡Vivir! ¡Vivir es morir y la vida tiene sentido en el morir si ha de ser para ganar!El miedoso al verlo así, salió despavorido y la escena se volvió más veloz, porque Vende Queso Falso, de un zarpazo, tomó por la nuca al que tenía más cerca, que era sólo huesos y pellejo reseco, lo tomó con tal fuerza que lo redujo a nada, apresándole la cabeza con su entrepierna a manera de tijereta de muerte y sujetándole las manos para inmovilizarlo, mientras se dejó caer sentado sobre la chorrera de agua sucia. Gozó al sentir el golpe suavizado de sus nalgas en el cráneo que le sirvió de amortiguación, como si una música le hubiese subido por la espalda, no hacia sus oídos, sino a su esqueleto total. Los demás miserables huyeron río abajo. Palmerolo hizo un rebuzno y me metió al río empujado por la fuerza de los Naguales, y no pudiendo patear, tiró mordidas a Vende Queso Falso y le golpeo la cabeza con los morros, pero Vende Queso Falso estaba hecho una fiera, tenía los ojos encendidos y luchó contra Palmerolo que logró lanzarlo en la corriente y hacerlo rodar; pero fuerte como era, se repuso y saltó a la otra orilla. Palmerolo lo persiguió trastornado ante la cercanía de la muerte. Aquel salió huyendo veloz. Los Naguales se metieron al agua, el agua brilló, parecía limpia; pero en ella, había un cadáver. Y un chorrito fino de sangre se mezclaba como un líquido más de miseria en aquella chorrera que lava la Capital de Honduras.-Yo sabía, los que nos escondimos sabíamos- murmuró entre las sombras la vieja,- que cada cierto tiempo la muerte viene disfrazada de ese viejo rico, y se lleva uno de nosotros. Un día me tocará a mí, por eso, cuando yo por la calle y lo veo, me aparto, uno no debe provocar a la muerte. De todos modos, un día va a venir aquí, y hay que recibirlo, no somos eternos, pero no hay que provocarla, ni caer en sus juegos, que sólo los ricos saben cómo andar entre ellos, sin morderse. Bueno, a lo mejor a ellos los visite otra muerte, pero a nosotros, siempre nos llega Vende Queso Falso, y se lleva uno, mientras él chapalea de placer en el agua. De allá sale sucio y se va cantando, río arriba, allá se cambia de ropas y se va cantando, río arriba, como si desnudara su alma.Los Naguales escuchaban a la vieja confesarse ante las sombras. Y Palmerolo sentía que el camino por donde iban, no era un camino grato. Se sentía acorralado por un fraude, por un engaño, como nunca antes al buscar una salida en aquel mundo de sombras al que había sido arrebatado.-¿Están seguros de qué no nos hemos equivocado?- Les dijo a los Naguales-No somos nosotros, es el camino- le respondió la Tortuga- Y no es para seguirlo, es para deshacerlo, hasta hoy, hemos deshecho sus trampas, pero hoy estamos dentro de una que deberemos averiguarle el nudo.-¿Yo no sé qué hacer en esta suciedad?- Habló el Puerco Espín-¡De esta manera nos mataron a nosotros!- Dijo el Cusuco-¡Sí, la muerte nos llegó disfrazada! ¡No, eso no! La muerte no es un disfraz. No. Bien lo sabemos. La muerte es de verdad, como la vida- Dijo el Jaguar-La vida, esa es la que tenemos que encontrar entre estas sombras-Agregó el Gato.La Lora y el Águila permanecían junto a Palmerolo, calladas; los niños habían desaparecido del lugar persiguiendo a Pijiriche que se les había escapado; la niña, seguía tirada sobre la Arena, dormida, de nada se daba cuenta, quizá soñaba, y entre las sombras, de las cuevas improvisadas se escuchaba los ronquidos de los que dormía, mientras la vieja, en el fondo de las sombras, parecía platicar con alguien, presa dentro de espejismo de miedos. El río, seguía en su curso sucio, lavando con suciedad, lo sucio del lastre que lo ocupaba. En lontananza, se escuchaban disparos de armas de alto calibre, definitivamente, la muerte galopaba en aquella ciudad, aquella noche, como potranca bojada. Los disparos provenían de los barrios donde la Resistencia hacia esfuerzos por romper los barrotes de disparos y decretos de la cárcel de la dictadura (continuará)

Palmerolo y los Naguales Candelario Reyes García

Palmerolo y los Naguales Candelario Reyes García
Capítulo IV

Dos.
No es fácil resolver una situación de horror; sobre todo cuando es ella la que te oprime. Y Palmerolo y los Naguales, realmente confundidos no saben qué hacer. Teñía la noche y sobre el río, estallaban sombras. Palmerolo, sintió el resabio propio de sus instintos de burro apenas controlados porque en contraste con las sombras, la noche se cundía de luces. Y cada una de ellas, para él se convertía, cada luz, en una especie de callejones de una trampa tendida; a manera de telaraña gigante. Las luces le afectaban, le resultaban peor que la oscuridad; para suerte, los naguales lo cubrieron con un brillo que le aliviaba sus ojos y se los apagaba de la apariencia de brasas, que le daban las luces del alumbrado eléctrico público al rebotarle en el cristalino de sus ojos.
Tuvo un reparo, vio figuras como de espanto que salían entre las penumbras: de especies de cuevas improvisadas en la ribera emergían seres con aspecto de despojos humanos; parecían osos de miseria salidos de una variedad de hibernación de la lobreguez y la miseria.
Se iban acercando entre ellos y sonreían como triunfantes sobrevivientes de algo mayor que la luz del día, mostraban sus dentaduras sucias al sonreír y se decían cosas entre ellos, algunos hurgaban en las bolsas de sus harapos y se mostraban desperdicios de casi nada que de allí extraían.
Se vio el relámpago de una luz breve y de colores, seguido de un casi imperceptible aullido de una patrulla policial, entonces todos ellos corrieron a ponerse en fila, en una sola escuadra de absurdo y haciendo el saludo militar; visiblemente algunos temblaban de temor. Otros sonreían una sonrisa tonta de complicidad que pide aceptación.
De pronto apareció entre las penumbras un hombre de uniforme, seguido muy de cerca por dos de civil, pero armados con fusiles de asalto. Se pasearon ante la fila como si hicieran revisión de tropa.
-¿Sin novedad en el frente?- impuso con sorna más que su voz, su aliento sobre la cara de los miserables.
-Con la novedad mi sargento, -le respondió uno de sus acompañantes, -de que todo el pelotón está presente.
-¡Eso significa que anoche tuvimos buena cacería!- agregó con mayor pachorra de la que le es propia a los policías.
-¡Muestren la rapiña, cochinos!- Les gritó el segundo de los acompañantes.
Y todos estuvieron prontos a hacerlo sacando de sus bolsillos sucios sendos regalos: el fruto del ilícito y riendo con simulada complacencia, como para ser valorados, a cual el mejor, conforme a la rapiña que otorgaban como presente a su visita distinguida.
-¡No ha estado mal!-dijo el otro acompañante, -como que se han dado cuenta que mi mayor está de cumples, jajaja. ¡Hacen bien, hacen bien, tienen futuro, apestoso!
-¡Cállate!- le impostó el otro- y zámpalos en a bolsa y cerrá la jeta.
Este los recaudó con sin tocarlos, haciendo que los raídos los fueron poniendo en el saco.
-¡Puta, hasta una piedra, mi mayor…!
-Déjala, esa te toca a vos, que sos el vicioso, ojalá algún día aprendás que ese vicio de llevará más a la ruina de lo que ya estás. El día que me atiendas y recibas a mi señor como único salvador, lo entenderás, si no, te espera quedar como estas piltrafas que ves aquí, que de no tenerles en cuido nosotros, o estarían ya muertos o en prisión! ¡Y ya! ¡Vámonos! que tengo que ir a cenar con mi familia,- e hizo el gesto de una orden de retirarse a los dos ayudantes.
Los ayudantes hicieron como que se iban, pero lo esperaron a escasos dos pasos.
-¡Y vos!- dijo el mayor a la más vieja de las mujeres que estaban allí-¿No le vas a mandar a decir algo a tu hija? Ella cree que vos estás bien ¿Qué le digo? ¿Todavía te acordás que tenés una hija de mi general y que es mi mujer?
La mujer en mención gimió, pero de inmediato fingió una sonrisa de tonta, se agachó y cubrió con un trapo sucio su boca desdentada y no dijo nada.
-¡Mierda!- dijo el oficial, y se metió la mano en el bolsillo, sacó algo y se lo dio-¡Tomate una al día… es bueno para mí que te mantengás viva!- Hizo un gesto de saludo militar a todos y se fue detrás de los otros con gesto marcial.
Los otros rieron, él no, sólo adelantó el paso y todos salieron con prisa. Cuando llegaron donde estaba la patrulla, está lanzó un breve aullido de sirena. Los miserables rompieron filas y dijeron a burlarse de la vieja, gritándole “suegra, suegra, suegra” la vieja gritaba también y daba carcajadas.
Palmerolo estaba distante y no supo que era aquello, pero los Naguales sí, lo observaron todo. La Tortuga dijo: ¡No sabía yo que existiera un mundo así!
-¡Cuidado, viene más gente!
Y sí, apareció un grupo de jóvenes seguidos de un viejo, al parecer traían algo para los miserables, porque estos se agruparon y se pusieron a aplaudir. Los del grupo que llegaban se les acercaron muy complacidos, mostrando un gesto familiar de confianza. Sacaron unas latas, les pusieron combustible e hicieron con ellas unas fogatas.
-Se les había olvidado que ahora es jueves! ¿Verdad?
-Hay toque de queda ¡pero qué importa, nosotros siempre les cumplimos! ¡Les cumplimos a ustedes y burlamos la dictadura!
-¡Sí, vamos a alegrarnos la vida! Ustedes son nuestros jefes especiales, porque no nos deben sueldo, ni nos restringen con órdenes.
Y luego de breves preparativos de los instrumentos, comenzaron a hacer música con una melódica, una flauta, maracas, claves y un par de gemelas. Los miserables danzaban y un viento de alegría se inició en aquel lugar. Luego de la primera pieza, uno de ellos tomó la palabra: “Es bueno que nos demos cuenta que estamos vivos. Hoy vamos a tener una hora especial, pero antes ¡vamos a ver! ¿Quiénes de ustedes han hecho fuerzas y voluntad para no probar ni alcohol, ni drogas? … Tres de ellos levantaron las manos.
-¡Mentiras, mentirás, no mientan, si han probado algo!-dijo una niña entre ellos-¡Yo los vi! ¡Yo les grite! ¡Le dije, no mentir, no mentir!
-¡Bueno!-dijo la vieja sin dientes, con alguna dificultad al pronunciar las palabras-¡Algo hemos hecho todos, lo que pasa, que a veces nos topa el hambre y el frío y entonces uno comparte algo de pega , huele, ensuelve un poco y se le pasa…pero hemos hecho el esfuerzo! No hemos pasado sólo en el vicio, hasta nos hemos aseado un poco…sólo agua, es que no hemos podido hervir, pero la hemos colado en los trapos; y no se ve tan sucia al tomarla. Fea , apesta, pero no se ve tan sucia.
-¡Pues no!- dijo un niño-¡Nosotros cuatro nos hemos tapado con cartones y plásticos y le hemos hecho gancho al hambre buscando en los “drones” y guardando poquitos y vamos saliendo. Estamos como enfermos, temblamos pero vamos saliendo. Y casi no tomamos agua. El agua es un veneno. Ese río mata y no hay de donde entre tanta mierda, espumas y babosadas.
-¡Muy bien, -dijo un joven- nosotros venimos de allí, y lo hemos logrado. Y miren hoy somos artistas, otros trabajamos; estamos pobres, pero allí vamos. Ustedes lo lograrán. Por eso hoy les trajimos confites y galletas y confites a todos, parejo; pero eso será hasta para el final. Ahora vamos a ver un espectáculo.
Y el más viejo de ellos, que había traído una caja, la abrió y comenzó a sacar varios muñecos. Eran marionetas. Todos eran perros. Los músicos interpretaron una pieza alegre, y con la ayuda de dos jóvenes, el viejo fue haciendo vivir a aquellas marionetas. Las pusieron a danzar y a pegárseles al cuerpo a los miserables, danzando sobre sus hombres y sus cabezas. Esa libertad de los muñecos despabiló a la concurrencia miserable, que comenzaron a jugar con ellos y a bailar, olvidándose de su tristeza, plenos de alegría y de admiración. El fuego se batía por el viento y por el movimiento de los que se arremolinaban en torno a los perritos, que estaban vivos y halagozos. Palmerolo y los Naguales se vieron contagiados y se acercaron un poco; tanto que fueron determinados por los demás y sin mediar palabra, sino que actuando, los incorporaron al tumulto. Cuando estaban en plena alegría, la niña gritó:
¡Miren, ha bajado Pjiriche, al río!
Y sí, un perro flatoso y humillado estaba junto a la orilla del río, un poco nervioso, tomando de aquella agua sucia. Los niños corrieron tras él, y éste no pudiendo escapar, se echó, hecho un montón con aspecto de desojo. Los niños lo amarraron con un cordel y lo trajeron.
¡Es Pijiriche, es Pijiriche, -gritaban-¡lo vamos a bañar!
¡No! -dijo el viejo de los títeres, riendo- si lo bañan, puede desaparecer, no ven que está hecho de puro tile! Es puros huesos pegados por el tile, si lo bañan, se les desencajan los huesos.
Y rieron todos.
-Sí, se le cae el tripongo, los ojos y las orejas. Jajajaja.
-¡Por eso nosotros tampoco nos bañamos!- Dijo a todo reír la vieja.
-¡Bueno! ¡Entonces por qué no nos bañamos todos?-dijo una niña-¡Tal vez sería mejor desaparecer!
-¡Sí, que se bañe primero el viejo de los títeres y los títeres! –Exclamó otro niño.
-¡No! ¡Los títeres y los artistas no!- Reclamó con un poco de dureza un niño- ¡Lo bonito y lo que nos da cariño, no debe desaparecer!
Y hubo un gran silencio.
-¿y qué debe desaparecer?- Dijo Palmerolo
Cuando el burro habló, cundió un pánico como de muerte.
-¡El burro habla! ¡Habló, habló, habló! -Dijo la niña- Y los animales no hablan; sólo pueden hablar con los mudos.
Y quedaron de nuevo en silencio.
-¡No, -dijo un niño- fue un truco del viejo, así como revive a los muñecos, nos quiere hacer creer, que el burro habla!
El viejo tragó saliva, y sabiendo que no era cierto, como para salir del espanto, dijo-¡Sí, yo lo he hecho! ¿Verdad Burro? –Agregó
-Me llamo Palmerolo
-¡Jajaja, que viejo más zamarro! -Dijo la vieja, escupiendo las palabras de un solo golpe y asperjadas de saliva hedionda- ¡Con gusto me casaba con un viejo así y dejaría todo los vicios sólo por cuidarlo, porque sí que es zamarro este viejo!
-Yo hablo,-dijo Palmerolo- pero no todos me pueden oír, ni entender, sólo mis amigos y la gente buena.
-¡Hum, puta, ahora este viejito nos quiere hacer pasar por buenos a nosotros! ¡Cómo que me está enamorando por medio del burro!-agregó la vieja- Jajaja ¡Viejo descarado!
-No- respondió Palmerolo- no fue el viejo, fui yo. Miren el vejo está desmayado y los músicos tienen la apariencia de muertos. Yo no ocupo que otros hablen por mí.
Y era cierto.
-Y no estamos drogados,-dijo un niño
-¡Es un truco del viejo, vos, de hacerse el desmayado- le espetó al vieja- es que nos quieren hacer creer que somos buenos, para que dejemos la droga y de robar, para esos cabrones policías…¡cómo no son a ellos que los van a matar si no les hacemos el negocio!... ¡Yo no soy tan cabrona para creerles!
-Ustedes son buenos, -dijo Palmerolo- Lo que pasa, sólo es que andan perdidos.
-¡Perdido andás vos, burro viejo de mierda que casi me matás del susto!- dijo la mujer y juntó una piedras y fue lanzándoselas a Palmerolo, que sólo pudo capearse una y le cayeron dos; pero no se movió del lugar.
Al verlo sereno, y que no respondía a patadas, como burro, los demás miserables controlaron a la vieja que se puso como loca forcejeando hasta sollozar, al verse reducida en su empeño.
-¡Decir que soy buena yo, yo no soy buena, ni nadie de nosotros, no pueden ver lo pastosos que estamos!- gemía y forcejeaba- y yo que hasta soy suegra de un oficial y me revolqué de gusto con muchos en los batallones, pero sólo a uno le di el gusto de parirle una hija ¡Jajaja, una hija de puta!- Histérica- ¡Mi hija, mía, mía, una puta, una puta que han mandado a la puta!
Un joven artista tomó la palabra y dijo muy nervioso-¡Sí, crean, él es Palmerolo, yo he leído sobre él! A lo mejor sea una aparición, a lo mejor, la vida nos quiere decir algo- Pero estaba visiblemente nervioso y no logró convencer a nadie.
El viejo había despertado y estaba como alelado. Todos los demás se fueron sentando sobre la arena y Pijiriche aprovechó la situación para salir corriendo, pero dos niños estuvieron prestos a atajarlo y lo retuvieron. La vieja permanecía parada y Palmerolo dio la vuelta y se fue junto al río. Los Naguales lo siguieron, pero estos no eran percibidos por nadie más. Había un incertidumbre en el entorno que les otorgaba la noche.
-¡Algo nuevo va a pasar!- dijo el viejo de los títeres -¡Cuando los títeres y los animales hablan, algo va a pasar! ¡Crean, esta dictadura va a caer, por eso los animales han hablado!- Se daba ánimos. Y a toda prisa iba guardando en la caja los muñecos.
Todos los artistas se quedaron observando al animal que se iba; pero un joven, aprovechó como para romper el encanto y dijo: “¡Somos buenos! Sí, el burro tiene razón, somos buenos si no actuamos por una maldad a propósito, somos buenos, si se nos ha robado la voluntad y se nos obliga a ser lo que somos; pero podemos cambiar. Somos buenos”
-Y si no somos buenos, podemos ser buenos, a lo mejor esto lo estemos soñando, pero se vale, soñar lo bueno se vale-agregó el viejo titiritero- Yo, antes de hacer mis títeres, los sueño. Y miren, no hago mal en fabricarlos y alegrar a la gente… ¡Todos tenemos derecho a la alegría sin causarle mal a nadie!
La vieja le soltó una pedrada más a Palmerolo, pero no acertó y dijo: “Hoy tengo miedo, como si ese burro me hubiera pateado el alma. No me simpatiza ese burro”
-¿Le tienes miedo a lo bueno?- Le dijo la niña-¿Y a los policías que nos joden por qué no les tienes miedo?
-Ellos son la seguridad, ellos son la autoridad. Eso lo sé-Razonó la vieja.
Todos pusieron atención a la niña, que tirada en la arena, hacía dibujos de manos, poniéndolas en contra de las farolas encendidas que proyectaban sombras sobre las arenas. Pero tenía la mirada distante, como queriendo adivinar algo, otros seres que se movían junto a Palmerolo. (continuará)