Capítulo IV. TRES

Palmerolo y los Naguales Candelario Reyes García

Capítulo IV. Tres.

-¡Arre, burro! -Se oyó una vos que retumbó cerca- ¡Miro que ya tienen nuevos amigos y que compraron burro!Vende Queso Falso apareció, así, a manera de un aparecido en día de muertos. Y siempre era así, al menos una vez cada cierto tiempo, se aparecía entre los mendigos, a pelear espacio y reposar allí, de vacaciones breves y para sus placeres privados, algunas veces permanece encuevado a las orillas del río sucio, mientras encuentra su divertimento preferido. Aquello es de verse, pero como todo lo que allí sucede, pertenece a un mundo invisible, divisible, irreversible. Verlo, muchas veces enturbia la vista y la razón.Los artistas se alistaron para irse en medio de aquella confusión. Prepararon sus cachivaches de gloria puntual y simple como un soplo de felicidad.-¡Hey, los confites! ¿No se van a ir llevándose los confites?- Les dijo un niño-¡Dejen los confites y llévense su burro! –Dijo un poco azorada la vieja -¡Yo ya tengo miedo de seguir aquí si ese animal se me acerca y me habla!-¡Esta vieja sí que está topada!- rio Vende Queso Falso-¡Ahora cree en burros que hablan! ¡Válgame Dios, por eso es que me siento mejor entre ustedes, que entre gente que se dice normal! ¡Además allá, la dicha, hay que comprarla! Aquí, es de gratis.Los jóvenes repartieron los confites con bastante premura, al parecer dieron por cumplida su faena y partieron.-Vamos para el barrio. A hacer resistencia al barrio. Vamos a romper este toque de queda animando las calles con música, antes de que la animen a balas los de la policía y el ejército.Uno de ellos se volvió para decirles. “No le digan a nadie lo de Palmerolo, no fue cierto, los policías los pueden creer locos y pueden castigarlos. No todo mundo comprende los trucos de este viejo volatín” agregó, señalando el viejo._¡Já, ya decía yo!- Cascabeleó su jerigonza entre saliva la vieja- ¡Son unos bandidos, nos domaron, y tamañas pedradas le zampé yo al pobre burrito bruto, jajajaja!-y agregó,-¡ ay vuelven, pero no nos traigan azoros y menos de burro!-¡Adios!- dijeron ellos, con prisa por irse- ¡Deberían de venirse al barrio con nosotros!La niña los miró con duda, riéndose y diciéndoles adiós con ambas manos. -¿Y qué historia es esa, vieja?- dijo con sal en las palabras, Vende Queso Falso.-¡Esos volatines, que para divertirnos mejor, nos cagaron, así, de un chispazo, haciéndonos creer, que aquél burro que va pal río, habla!- le respondió ella cubriéndose la boca al reír-¡Bueno y es que nos habló, pero era puro truco del viejo entre ellos, que es zamarro para hacer ver que hasta los muñecos que anda en una caja, se vean, como si estuvieran vivos!-¡Y, a saber!- Agregó uno de los niños-¡A saber! ¿A saber, qué? ¡Vos! ¡Ya te pusiste pendejo vos también!- Le reclamó al niño, bien brava la vieja.- jajajajaja, -rió Vende Queso Falso-jajajaja,- rieron todosEl niño se molestó porque se reían de él y se fue, llevándose casi de arrastra a Pijiriche, lo siguieron tres niños más, pero no la niña, que seguía jugando con las sombras.-¿A dónde van, oh?- dijo un viejo medio tuerto, que los miraba levantando ladeada la cabeza, como para enfocar bien el único ojo servible.-A aguar el perro- dijo sin interés uno de los niños, pero la verdad, iban en dirección de donde estaba Palmerolo.-¡Ya días que no venía a quedarse entre nosotros, Don Queso!- dijo uno de los hombres- Lo hemos visto paseando por la ciudad, pero usted no nos ha visto.-Como seis meses- respondió con desgano Vende Queso Falso- pero hoy sentí la necesidad de ustedes- y se estremeció como si un escalofrío le bajara por el pecho.-¿Y cuándo nosotros lo vemos en las calles, usted no nos mira, que nosotros le hacemos señas y le decimos adiós?- dijo otro hombre.-¿Mirar? ¿De qué sirve mirar si no ha de tener utilidad? ¿Para qué los puedo mirar? ¡Si tengo que mirarlos, para eso bajo aquí!-¡Ah, ya les he dicho, un par de noches, de vez en cuando, lejos de la mentira y la paso bien, por eso vengo aquí! Ya les he contado la historia de Lázaro y Epulón y por un rato, un par de noches, me sirve sentirme como Lázaro. Mi familia ya sabe y me dejan hacer mi locura. Es que los pobres limpian mi alma.-¿Y eso para qué?-Dijo otro que no había hablado y que por primera vez veía a Vende Queso Falso.-¡Bueno, me siento libre, tengo la libertad de hacerlo! Venir de arriba acá abajo.-¡Sí, oh, ha de ser chulo, jajajaja, si cada uno pudiera vivir su propia burrada!-¡Burrada!-exclamó molesto Vende Queso Fresco- ¡Uno vive y punto, esa es mi filosofía!-¿Así se llama la mujer de usted?-se interesó en saber la vieja- Es un nombre bonito. Yo también me quisiera llamar Sofía.Él la miró despectivo y con una minúscula risa y dijo ¿Sí? Hubo un prolongado silencio, por el que se dejó oír el parloteo de los niños en el río, que aparentemente luchaban por bañar a Pijiriche y este les ladraba suplicante. Ellos lo animaban riendo y jodiéndolo, pero insistiendo en meterlo al río. Por momentos lo lograban y el perro saltaba para afuera y se sacudía, rociándolos a ellos sacándoles sobresaltos de frío, que era lo que más disfrutaban, sobre todo, saltando con agilidad para capear las salpicaduras de agua.-Se van a cagar en el perro, esos cipotes- dijo una vos. Los demás rieron- Si lo mataran y tuviera carnes, bien haríamos un asado esta noche.-¡Cagarse, mire como él no se cague en ellos, que él es la viva cagada! ¡Yo nunca tocaría ese perro puerco ¡- dijo, y escupió hacia un lado, pero el viento le trajo la saliva rala de regreso, que bañó también a los demás que protestaron y ella les respondió con una risa entrecortada con un tosido seco que la puso en apuros, después siguió riendo.-¡A vos deberán de bañarte esos cipotes! -Le dijo un viejo.-Yo propongo que vayamos todos a bañarnos al río, -dijo de improviso Vende Queso Falso-y diciéndolo se fue quitando la ropa hasta quedar totalmente desnudo, corriendo hacia el río, otros lo imitaron y los menos, se fueron a meter de regreso a sus cuevas, como temerosos de algo, no sin antes repartirse las ropas de vende Queso Falso, al que ya se escuchaba chapaletear en el río. Mientras que la vieja, haciéndose la desentendida, se metió entre las sombras, casi desapareciendo por encanto. La niña, se había quedado dormida en la arena. Se oían las voces de alegría, de los nudistas que correteaban en la corriente pacha del río, mojándose unos a otros.-¡Nos vamos a morir, a morir a morir, -decía uno de ellos, que sólo hacia el gesto de meterse agua y daba de regreso, con intenciones de ponerse de nuevo la ropa que llevaba hecha un puño pegada al pecho.-¡Morite, cabrón, pero morite bañado!- escuchó que le decía uno y todos explotaron en risas- ¡ jajajaja!-¡Si querés morirte, mejor vení te ahogamos! -Dijo otra vosAl oírse esa voz, Vende Queso Falso hizo un gesto con ambas manos y una actitud como de visionario, una energía muy interna lo trasformó y con ella atrapó a los demás.-¡Buena idea!- Exclamó- ¡Por qué no lo ahogamos por cagado?Se mantuvo el silencio.-¿O lo ahogamos a él, o nos ahogamos todos por cagados!-AgregóSiguió el silencio, sólo el temeroso, comenzó a reírse de nervios.-¿Ganamos o perdemos?- dijo Vende Queso Falso, acercándoseles a los otros, afinando la propuesta-¡Yo les digo que ganemos!-¡Nadie gana si yo me ahogo!- dijo temblando el temeroso, riendo como alocado.-Vos ganás, ganamos todos; vos te hacés famoso y te hacen un buen entierro ¡Hay que ser triunfador en esta vida! ¡Ganar, todos somos ganadores, basta con tener una actitud de ganador!-¿Y los demás? ¡ ganarganaranaraganararanarargannnar! ¡Váyanse muy a la mierda!-¡Es un entierro, vos, todo mundo gana en un entierro! ¿O te gustaría morir sin que nadie lo sepa y que te coman los zopes, que te arrastre con dificultad el río y heder por muchos días?Y todos miraron al que iba a morir, los niños sintieron un viento raro y se llevaron de arrastra al perro mojado y tembloroso para ponerse a salvo, porque sabían que algo iba a ocurrir. Palmerolo y los Naguales queriendo entender lo que sucedía se pusieron en alerta, porque de pronto se sintió la presencia de la Parca.-¡Ganemos!-dijo con una risa torva Vende Queso Falso- Yo me encargo de los periódicos, de la bulla y que a todos por un día les sientan lástima-¡Ganemos, denme esa oportunidad de hacerlos ganadores! ¿Qué es un día más, qué es un día menos en la miseria? ¡La muerte es santa! ¡Es un Ángel!- Predicaba, estaba eufórico, y mientras hablaba se agarraba de su masculinidad y la agitaba, y se les iba acercando más- ¡Morir, qué es el morir! ¡Vivir! ¡Vivir es morir y la vida tiene sentido en el morir si ha de ser para ganar!El miedoso al verlo así, salió despavorido y la escena se volvió más veloz, porque Vende Queso Falso, de un zarpazo, tomó por la nuca al que tenía más cerca, que era sólo huesos y pellejo reseco, lo tomó con tal fuerza que lo redujo a nada, apresándole la cabeza con su entrepierna a manera de tijereta de muerte y sujetándole las manos para inmovilizarlo, mientras se dejó caer sentado sobre la chorrera de agua sucia. Gozó al sentir el golpe suavizado de sus nalgas en el cráneo que le sirvió de amortiguación, como si una música le hubiese subido por la espalda, no hacia sus oídos, sino a su esqueleto total. Los demás miserables huyeron río abajo. Palmerolo hizo un rebuzno y me metió al río empujado por la fuerza de los Naguales, y no pudiendo patear, tiró mordidas a Vende Queso Falso y le golpeo la cabeza con los morros, pero Vende Queso Falso estaba hecho una fiera, tenía los ojos encendidos y luchó contra Palmerolo que logró lanzarlo en la corriente y hacerlo rodar; pero fuerte como era, se repuso y saltó a la otra orilla. Palmerolo lo persiguió trastornado ante la cercanía de la muerte. Aquel salió huyendo veloz. Los Naguales se metieron al agua, el agua brilló, parecía limpia; pero en ella, había un cadáver. Y un chorrito fino de sangre se mezclaba como un líquido más de miseria en aquella chorrera que lava la Capital de Honduras.-Yo sabía, los que nos escondimos sabíamos- murmuró entre las sombras la vieja,- que cada cierto tiempo la muerte viene disfrazada de ese viejo rico, y se lleva uno de nosotros. Un día me tocará a mí, por eso, cuando yo por la calle y lo veo, me aparto, uno no debe provocar a la muerte. De todos modos, un día va a venir aquí, y hay que recibirlo, no somos eternos, pero no hay que provocarla, ni caer en sus juegos, que sólo los ricos saben cómo andar entre ellos, sin morderse. Bueno, a lo mejor a ellos los visite otra muerte, pero a nosotros, siempre nos llega Vende Queso Falso, y se lleva uno, mientras él chapalea de placer en el agua. De allá sale sucio y se va cantando, río arriba, allá se cambia de ropas y se va cantando, río arriba, como si desnudara su alma.Los Naguales escuchaban a la vieja confesarse ante las sombras. Y Palmerolo sentía que el camino por donde iban, no era un camino grato. Se sentía acorralado por un fraude, por un engaño, como nunca antes al buscar una salida en aquel mundo de sombras al que había sido arrebatado.-¿Están seguros de qué no nos hemos equivocado?- Les dijo a los Naguales-No somos nosotros, es el camino- le respondió la Tortuga- Y no es para seguirlo, es para deshacerlo, hasta hoy, hemos deshecho sus trampas, pero hoy estamos dentro de una que deberemos averiguarle el nudo.-¿Yo no sé qué hacer en esta suciedad?- Habló el Puerco Espín-¡De esta manera nos mataron a nosotros!- Dijo el Cusuco-¡Sí, la muerte nos llegó disfrazada! ¡No, eso no! La muerte no es un disfraz. No. Bien lo sabemos. La muerte es de verdad, como la vida- Dijo el Jaguar-La vida, esa es la que tenemos que encontrar entre estas sombras-Agregó el Gato.La Lora y el Águila permanecían junto a Palmerolo, calladas; los niños habían desaparecido del lugar persiguiendo a Pijiriche que se les había escapado; la niña, seguía tirada sobre la Arena, dormida, de nada se daba cuenta, quizá soñaba, y entre las sombras, de las cuevas improvisadas se escuchaba los ronquidos de los que dormía, mientras la vieja, en el fondo de las sombras, parecía platicar con alguien, presa dentro de espejismo de miedos. El río, seguía en su curso sucio, lavando con suciedad, lo sucio del lastre que lo ocupaba. En lontananza, se escuchaban disparos de armas de alto calibre, definitivamente, la muerte galopaba en aquella ciudad, aquella noche, como potranca bojada. Los disparos provenían de los barrios donde la Resistencia hacia esfuerzos por romper los barrotes de disparos y decretos de la cárcel de la dictadura (continuará)

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