Capítulo III
Uno
- ¿Y entonces qué sucedió?
- Poeta, mirá-me dijo la Lora-Sólo despegamos del suelo, en nuestro vuelo y cómo por arte de hechicería, casi vamos a dar, no al cielo, sino al infierno. Topamos con un gran farallón que apareció súbito como una gran tinta, de una especie de tornado que nos borraba el cielo y nos cerraba nuestro vuelo. Estábamos siendo víctimas de una mentira, una falsificación. Y repusimos nuestros vuelos, tomando río abajo. Sin saber realmente lo que sucedía. Porque en el momento, sólo quedaba reaccionar, sospechando de que se trataba y buscando la manera de sobrevivir. La primera explicación, es actuar. Y así fue.
- Yo me elevé después, casi de inmediato, desafiando aquel fenómeno, alto, muy alto, entonces vi, que aquello – me dijo el Águila, muy serena al describírmelo-era producto de las mañas de una bruja que iba y venía por los aires, volando en una escoba de plástico. La bruja tenía las nalgas puestas en los cachetes, por eso es que la cara se le veía rara y comenzó a tirarme ventosidades y a perseguirme. Quería derribarme. Pero volé tan alto, que su escoba no alcanzaba con su chorro de tinta a subir, porque la escoba era una segunda bruja que le servía de vehículo. “¡Falsifica, falsifica, falsifica!” Le ordenaba la de las nalgas en la cara a la escoba, pero la escoba, tosía y tosía, como carburador viejo y no alcanzaba a volar, sólo decía: “diunsa co, saco, diuntintero, tero, tero, titiritero un cielo falso y no puedo más”. Y fum, se iban cabeza abajo, cuando intentaban darme alcance.
- Y en la medida, que fallaban, el cielo se recupera- dice la Lora complacida- Y la bruja decía:
“¡soy bella, soy bella, quién puede dudar de mi cirugía!” “¡Tonteras, tonteras, tonteras, si dicen que no soy bella!” y se ponía a llorar y cuando lloraba, las nalgas se le abultaban más, digo, la cara. Y con sus lágrimas manchaba su camisa blanca con porquería que le salía de la baba. “Yo tengo otro presidente, otro presidente, aves malditas” nos imprecaba.
- Pero la escoba de la tinta falsa, firmaba y reafirmaba su vuelo y llenaba el pergamino del cielo de nuevo de pinturas falsas, de rúbricas nocivas, de crímenes y gases lacrimógenos y manchas a manera de gas mostaza, de esos que usan el ejército y la policía para reprimir. Es que la escoba era como un palo y sus mechas como una cabellera de plástico blando. Volaba al revés, aquella escoba, con las patas para adelante, el letrero de los dientes y la cara hacia abajo. Que al verla desde abajo, por el gancho de su nariz, parecía un arado con peluca, más que una escoba, además de que chorreaba tinta venenosa por las tetas y por todos los orificios, como una avioneta de fumigación, esparciendo tinta. Que su veneno consistía en falsificarlo todo. Gritaba y rugía, llevando el las ancas a la bruja de las nalgas en la cara. Y reían estridentes, viendo que nosotros, apenas lográbamos tomar vuelo. Y respirábamos porque podíamos pegarnos al manto del agua, tomando juelgo y manteniéndonos lejos de ellas- decía con gran efusión, al narrar, la Lora.
- Cuando ellas aparecían, el bosque se perdía, pues tenían la capacidad de abrir las puertas del infierno y todo el edén quedaba hecho un desierto: arenas amarillas, espinos hirientes y sabandijas venenosas, cazándose unas a otras,-musitó el Águila- Nuestro vuelo, en inicio, era casi de huida, pero en la medida que lo fuimos viendo y entendiendo todo, en lugar de volar para huir, fuimos dando respuesta.
- Fue duro, pero les hicimos la resistencia. Nosotros ante ellas no teníamos más alternativas, sólo confiar, en que el río, no fuera falso-expresó lentamente la Lora-Y sentimos que aquellas dos señoras, no sólo eran las causantes de nuestras muertes, sino como condenación eterna, en ultratumba, nos perseguían, para no dejar señas nuestras. Pero se equivocaron, a pesar de todos sus venenos y de sus tintas falsas, nuestras alas eran verdaderas, y nuestros anhelos tan ciertos, como que estábamos allí, luchando por ellos, con nuestras plumas audaces y nuestras ideas claras, contra todos sus poderes del averno.
- Y la bruja ascendía, cuando nosotros bajábamos. Y se sentaba feliz a cantar, sentada en los peñones de tinta de su sombrío cielo. Y peinaba y maquillaba su escoba y su escoba a ella. Se lamían entre ellas, hasta dejar totalmente blancas sus camisas, principalmente sus rebordeados y marcas –contó la Lora- aquello para nosotros era un descanso, una oportunidad de retomar el vuelo ideando. Ellas tomaban juelgo vociferando “otus dey, yey, otus dey, jey, esto es nuestro, por otus deyey. Somos santas, somos santas, santas de sannnnntaaaaannaaasssss, que ganará quien vuele más, jijijijijijijiji” reían, para atemorizarnos.
- Pero al volar pegados al agua, nos dimos cuenta de algo
- Sí de algo increíble, no, más bien creíble, pero inesperado por parte nuestra.
- El agua es un espejo vivo, dice lo que es, mientras a ella no la toquen los venenos.
- Y al ver, lo que vimos, decidimos, sin decírnoslo
- No parar nuestros vuelos
- Ni temer a aquellas brujas
- Sino que confiar en lo que nosotros éramos
- Y en lo que es verdaderamente la realidad
- En el agua vimos la verdad
- La tinta de las brujas era sólo una rúbrica falsa
- Además, justo en ese instante, escuchamos que nos llegaba un canto
- Una consigna cantada proveniente de la voz de la tortuga
- Aquello nos llenó de ánimo
- Y además limpió el aire que respirábamos
- Nos estábamos nutriendo de oxígeno
- De mejor ánimo
- Así inicia el principio del final.
Dos
- Mientras, a nosotros, nos sucedía algo no menos peor, -dijo un tanto cansina, casi aburrida, la Tortuga-Es que la oscuridad es un manto que lo cubre todo, sólo que en lugar de matices, lo que tiene, son abismos de mayor acumulación de tenebrosidad.
- Nuestra suerte es que fuimos acompañados de Palmerolo- agregó el Ocelote-lo cual también es una responsabilidad, pues hay que cuidarle su vida.
- Nuestro enemigo repentino, es de cuidado, se trata del Gorila y los verracos lengua mortal que lo acompañan de manera fiel y tan amañada, que se multiplican por tres y dan tres, aunque sean más, pues van por escalas, en sus niveles de inferioridad. Dependiendo de la radio y el canal-roznó Palmerolo. Y agregó para describir- Ellos mantienen la imagen de un gorila que se reía de revés, que por decir sí, dice no, por saludar golpea y que se unta mierda en el pecho para demostrar poder. Un poder, que para lo que más le sirve, es para demoler todo lo que esté en contra de él, que no es él, si no, el otro, que es en él ¡Esto es un poco complicado de entender! Casi como decir, que él, es el que no es, aunque él en sí mismo es una bestia rara, de doble aspecto.
- Es un animal anómalo, tiene más aspecto humano que de gorila, el problema es que en lugar de uno es dos. No son dos, es dos y uno a la vez, que es y no es. Tiene derecho y revés. Y no se sabe en verdad cual de los dos es quien, cuál es delante y cuál es atrás. Una sola bestia, en un energúmeno de doble vía: por delante y por detrás. Simio y civil, no se sabe cuál de sus dos apariencias es la más falsa, pues con ambas mata y delinque- masculló la Tortuga- y esta bestia, tiene dueño, no hay duda, porque no es salvaje por libre, sino porque su quehacer es demoler todo lo que tenga vida y que no se ponga al servicio, de aquel, a quien esta bestia sirve.
- Sí, pero lo que yo quiero decir, además, es que hay un animal principal, que los domina a ellos dos- explicó Palmerolo-pero a ese y su séquito, les tocó enfrentarlo a Puerco Espín, Gato y Cusuco.
- Indefensos dimos de tope con la bestia. En la medida que caminábamos, por instantes, oíamos sus alaridos brutales, luego escuchábamos especies de cantos de sirenas, unas nos producían terror, otras nos bajaban sueño, como si una telaraña nos lamiera los ojos-narró el Ocelote.
- En ese momento sentí que de las ondas invisibles del aire, aparecieron como látigo media docena de lenguas, de unas chachalacas de cuellos doctorales que por ojos tenían monedas con la efigie de un marrano, que estaba vivo en las monedas. Fue espantoso. Las lenguas eran como extremidades de pulpos, que me apresaron por las patas y del cuello, apretándome como para hacerme perder el sentido y reducirme a un cadáver- describió un tanto sofocado, Palmerolo- Y casi lo logran en un primer intento, de no ser que me quedó libre el viril y les di con él en las lenguas, lo que al parecer no les ofendía, pero me liberaron, porque paladeaban sus lenguas con gran gozo y se regodeaban entre ellos.
- ¡Cuídate el viril, que al parecer les ha gustado! Le grité a Palmerolo-dice la Tortuga-cúbretelo que te lo cercenan y de esa manera habrán triunfado.
- Y de inmediato, no sólo recuperé mi juego, sino que escondí mi viril y me puse en alerta con las coces en la geta, mientras ocelote les arañaba los ojos, que ellos protegieron a toda costa, porque su vida, depende del marrano que está en el corazón de la moneda que les sirve de retina.”¡Tetetóntetetóntetetón! gritaban al esfumarse en el aire.
- Y el aire se convirtió en un torbellino de mierda proveniente del pecho del gorila que había entrado en cólera. Y golpeaba y golpeaba. Y aquello era como el golpe de mil toletes en manos de policías ciegos, el veneno de mil bombas lacrimógenas inyectadas en los pulmones del pueblo, o la asfixia producida por cien tanquetas haciendo erupción de gas mostaza machacando y matando lentamente - describió el Ocelote. Pero entre toda este marasmo de vicisitudes, sucedía otros eventos: De entre la hojarasca salían multitudes de bichos hambrientos a comer de los restos de dejaba el Gorila. Pero no era gratuito, tenían que entregar una parte de ellos, se arrancaban pedacitos de sí mismos y ansiosos, compraban aquel despojo, los bichos que hacían la venta a la sombra del gran Gorila, les gritaban “rápido, rápido, que estas comidas son rápidas”. Y ellos actuaban como autómatas y se hartaban con gran gozo “barato, barato, barato, bueno, bonito y barato” gritaba la muchedumbre.
- Y cuando no se le vendía toda la comida rápida, el gorila sollozaba y las lágrimas se le rodaban por su frondoso pelambre. Y sucedía, algo: al caerle las lágrimas en las extremidades inferiores, la bestia cojeaba “¡Tiene las patas de barro, la bestia tiene las patas de barro!” Grité yo a todos los vientos. Aquella fue como una iluminación- se regocijó al narrar, el Ocelote.
- Pensamos que seríamos exterminados, pero en la desesperación, Palmerolo lanzó un rebuzno profundo. Y algo sucedió, porque del cielo, del suelo y de todos los puntos provino un aire que a nosotros nos reanimó, mientras que al gorila lo hacía entrar en mayor cólera, pero a la vez en confusión, y lo obligó a contraerse a manera de un abanico del mal, o de una culebra venenosa, que se enrosca, lista para atacar, pero más atenta a sobrevivir ella misma-expuso la Tortuga.
- En torno al gran gorila sobrevolaban insectos venenosos, para protegerlo, especie de una aviación infernal que le salía de las orejas. Y de las garras de sus patas, brotaban unos arácnidos, semejantes a los pendejos, que tontos y alocados iban y venían, casi haciendo temblar la tierra, para provocar miedo en nosotros; pero la tortuga comenzó a cantar: “nos tienen miedo porque no tenemos medo…van para atrás, son…” y entonces hubo un coro que se produjo entre todos, y ellos comenzaron a retroceder- narró, esta vez muy optimista el Ocelote- después la Tortuga nos contó que no fue ella, que ella sólo repetía una música bella proveniente del viento exterior que era benigno. Y fue increíble como todos nos vimos cantando y llenamos de aire nuestros pulmones y de grandeza nuestras renovadas energías.
- El Gorila se movía con gran sigilo. Y mientras una cara decía “Tenemos diputados, el Congreso es el que manda. Este Golpe es del Congreso, de mis diputados, de sus diputados. Los diputados son los héroes de este golpe, es de ellos, de ellos, yo sólo soy su gran jerarca” La otra cara decía al mismo tiempo “Presupuesto, francachela, presupuesto, mío soy o, mía la policía, si nos hay presupuesto nos hay negocio, francachela, presupuesto, presupuesto. Yo, yo, yo , yo soy fiel, ultra-fiel ”- narró la Tortuga, agregando- Fue cuando lo vi detenidamente. Y es que en lugar de vellosidad en su cuero, lo que tenía era una masa de parásitos que se movían permanentemente, a manera de chinches picudas, no succionándole la sangre, sino haciéndoles cosquillas y untándole baba, para mantenerlo activo.
- Nosotros nos habíamos estado moviendo y poniéndonos a salvo, procurando siempre estar juntos y protegiéndonos entre sí haciéndonos grandes esfuerzos, y al surgir aquel canto nos sentimos aliviado, tranquilos, con un mejor recurso para defendernos-aseveró el Ocelote-porque aquel lugar era como una especie de gelatina, no tan blanda para hundirse, pero sí movediza, que nos empujaba a caer en las fauces de la bestia, como una ola o un lento remolino.
- Y más allá, en lo alto, escuchamos que la Lora gritaba ¡VISA, VISA, VISA! Era como una señal benigna de algo se rompía en aquel malévolo cielo falso hecho de tinte venenos, y tanto ella como el Águila, estaban retomando vuelo con seguridad- aseveró, optimista la Tortuga.
- Sí, había más luz y el ambiente se ponía menos lúgubre. Y la bruja caía. Ella y su socia ya no podían volar, perdían capacidades. El problema era que se agrupaban a atacar, que es una forma de decir, cuando lo que querían era chupar la sangre de Palmerolo. Cuando cayeron a tierra, otras fieras, como ellas las esperaban y comenzaron a hacer una celada de poder en torno al gran Gorila. Y sus ataques eran mortales, furibundos, poderosos. Y la bestia retomaba fuerzas. Sólo nos quedaba esperar que la Lora y el Águila encontraran algún tipo de respuesta. Esta esperanza, nos hacía resistir- contó un tanto fatigado Palmerolo, pero optimista.
- Pero debemos reconocerlo, hubo un momento en que nos sentimos como en un laberinto sin salida, de no ser que por nuestra sinceridad, nuevas energías se movían en nuestro favor, y nuestras resistencias se acrecentaba; hay un milagro interior que se hacía sentir, pese a la adversidad-reflexionó la Tortuga.
- Yo, en un momento dudé si la bestia de doble faz, era de verdad, o sólo se trataba de un monigote creado, a manera de monumento por aquel tumulto de parásitos, que a lo mejor, no sólo componían su pie, sino que le conformaban todo el ser-manifestó el Ocelote- ahora, ya no lo dudo, es así, los diputados, como él le decía a aquellas chinches, que tiraban de manera permanente baba y un hedor insoportable, en los que cambiaban de colores y brillo, son la bestia, en suma. Porque la bestia está allí; no se crea de otra cosa, Poeta. Falta que ver acontecimientos.
Tres.
-Para nosotros tampoco fue fácil, unos inexpertos y pequeñitos seres, explorando en lo desconocido y de bruces fuimos a dar con una apestosa rata, que no se sabíamos si estaba viva, o era un mascarón de lata, de chapa, de óxido, pues hacía se desempeñaba como una especie de hospedero, en cuyos lomos tiene la madriguera el Zancudo Asesino, del que provine todo mal. Sólo que la lata al abrir su tapa, es hiriente, venenosa, pero de buen gusto para el oprobioso Zancudo, que reina más allá de estos territorios y su reino es temerario, pues pertenece a la oscuridad-elucidó temeroso el Cusuco
-La rata es parte de un séquito numeroso a manera de cruentos abogados, prelados, hechiceros y embaucadores, porque el Zancudo tiene el don de invisibilidad, para ser el dios de esta infernal condición de poder destructivo, en el que el dengue hemorrágico, puede ser uno de sus males menores. Esta siempre rodeado de serviles, no la rata, sino el Zancudo- dijo el Puerco Espín, escupiendo-no tengo la capacidad de envenenarlo, sí él acercara su aguijón es capaz de matarme cien veces, sólo con su proximidad.
-Un escorpión con bigotes y anteojos, que simulaba silbar como pájaro y que sus tenazas eran alas, tanto que parecía búho, sin serlo, porque es rojo venenoso- se alborotó al decir el Gato-le sirve de secretario, asociado con dos bichos malosos más y una jauría de abismales seres que tienen el díndón del galimatías, del avieso decir y la mentira veloz que se pega como sarna en los ojos y en los oídos y matan para siempre todo indicio de conciencia. ¡Es terrible! Hemos estado cerquísima de la gran bestialidad y asediados por los miasmas de su estercolero, que ha creado para sí y su bestiario.
- Y dos cerdos mimomachos, junto con el alacrán rojo que parece búho, pero que no lo es, le sirven de mediadores- exageró el Cusuco- que se muerden uno a otros las nalgas , para maldecir, escupir o fingir, desde un poder, que es una extensión entre cerdo, alacrán y rata, que entre los tres se comparten. Uno verde y otro azul, en una misma mescolanza hipócrita que a simple vista es difícil distinguir quién es quién.
-Con capacidad de meterse entre la hojarasca de la ribera del río y consultar a muchos a otros pariguales en las sombras y salir rejuvenecidos de aspecto y mientes. Es lo peor. Son expertos en argumentos necios y por más tontos; para ellos, geniales, por supuesto-enjuició el Puerco Espín-pero lo peor, es que comen de su propia boñiga, se alimentan unos a otros, no por hambre, sino por la necesidad que tienen de disimular la hipocresía que se guardan entre ellos. Son un asco, pero así van juntitos, su papel es despertar desperdicios de entre el humus y hacer brotar hongos en abundancia de los que se alimentan otros bichos menores, que ellos a su vez, se comen.
-La rata aparecía y desaparecía a capricho del zancudo dueño de todos los males, pelaba los dientes y atacaba. La rata es iracunda pero sabe sonreír al decir su ira, lo cual complace al zancudo, porque el zancudo ve en el cinismo, la mejor cualidad para calificar la inteligencia-contó el Cusuco-¡estos seres, son tan peligrosos, porque donde menos uno cree, se aparecen, y hasta con aspecto y sonrisas ajenas! Y sus viscosidades, son de muerte ¡Cuidado una mordida, o una picada!
-Allí caímos nosotros. Y se nos armó un juicio de guerra. Todas aquellas bestias juntas nos condenaron a muerte, no mirando que ya lo estábamos. ¡Serán muertos! Dijeron, y en la carroña de sus cadáveres procreará el zancudo y toda su especie. Esa fue la condena dictada y comenzaron a escupir toda especie de venenos y perseguirnos por entre la maleza. “Esta es una sustitución presidencial, no es otra cosa” decían “y quien no lo quiera, que muera”- casi se agitaba, al narrar el Gato-“ni pacto, ni San José, que nosotros sólo pactamos con el diablo” gritaban. Y hacían ronda en torno a la rata y el Zancudo, que felices, los besaban y los besaban con una exaltación que les hacía vibrar todos sus primitivos instintos hasta sentirse complacidos al colmo del éxtasis.
-Y se armó un torbellino de persecución en contra nuestra. Un barullo que hacía estremecerse el barro y los matorrales de aquel lugar. Y el aire se ponía irrespirable. De sus bocas salían chillidos tremendos como imanes de mentiras. Querían desgarrarnos sólo haciendo uso de sus chirridos oprobiosos e hirientes. Queríamos taparnos nuestros oídos, pero no podíamos en la prisa por huir y ponernos a salvo. Ellos procuraban pegársenos a la piel como especie de atarrayas de humo azuloso, verdoso y rojizo. Medusas violentas eran sus voces que nos gritaban mentiras, odios, oprobios y miseria, como para desmoralizarnos y que nos entregáramos a sus deseos y fuéramos pasto de las miserias del zancudo- contó el Puerco Espín, no con menos horror, como si en ese mismo momento lo siguiera viviendo- De hecho, huir, no era la salida, así que nos movíamos entorno a ellos, y les enfrentamos con nuestros modestos recursos de almas desarmadas, de pies a cabeza , así como de conciencias, pacíficas en todos nuestros procederes.
-Ellos tienen apariencia de aplomo, y de no perder su estatura de arrogancia, ya juntos con su jauría, son unos salvajes cazadores, que matan por instinto y por placer-describió El Gato- hacían exposiciones doctorales como convocando fantasmas que se les parecen y de los que aseguran obtendrán todo el veneno que sea necesario, hasta habernos exterminado a nosotros, que por ser mestizos e indios, se nos discrimina como una estirpe exótica, en cuanto que nuestra pobreza sólo les es útil, si contamos con fuerzas para vendérselas; y les somos una amenaza, sí nuestro intento es defender nuestras vidas y la vida del sentido social, de que aquí, todos deberemos ser felices, libres y sin aplastarnos unos a otros.
-Sí, gritaba el zancudo. “Yo traje la contra, yo armé los escuadrones de la muerte, yo goberné con el general de la muerte, yo llené de dieron mis cuentas en Suiza, yo, yo, yo el gran invisible. Yo y nadie más que yo. Y no vendrán ahora unos pinches mestizos a querer terminar con la gloria de mi poder” Y ante aquellas palabras temblábamos nosotros y se tendían hasta los matorrales. Entonces sentimos por primera vez que era la muerte, y porqué a uno de nosotros, las hordas del mal, antes de asesinarlo lo habían torturado…aquella voz, aquel filo infernal haciéndonos mella en los oídos ¡Aparentemente no teníamos salida!- casi gritó al expresar esto el Cusuco.
-Nosotros veíamos, cada vez más distante la posibilidad de salir con vida de allí. Aunque fuéramos teniendo claro el panorama y las causas de la situación en la cual estábamos, sujetos a inmensos riesgos-resopló con ahínco, el Puerco Espín- por momentos sentíamos que la tierra se cuarteaba y un terremoto lo conmovía todo y estaba a punto de convertirnos en miseria, menos que nada, hundidos en aquellas miasma de corrupción…salir de esta, no es nada fácil, Poeta, para nada, eso hace más grande nuestra resistencia, en la medida de que vamos entendiendo mejor el enredo de este ovillo.
(Fin del Capítulo III)