Capítulo IV. TRES

Palmerolo y los Naguales Candelario Reyes García

Capítulo IV. Tres.

-¡Arre, burro! -Se oyó una vos que retumbó cerca- ¡Miro que ya tienen nuevos amigos y que compraron burro!Vende Queso Falso apareció, así, a manera de un aparecido en día de muertos. Y siempre era así, al menos una vez cada cierto tiempo, se aparecía entre los mendigos, a pelear espacio y reposar allí, de vacaciones breves y para sus placeres privados, algunas veces permanece encuevado a las orillas del río sucio, mientras encuentra su divertimento preferido. Aquello es de verse, pero como todo lo que allí sucede, pertenece a un mundo invisible, divisible, irreversible. Verlo, muchas veces enturbia la vista y la razón.Los artistas se alistaron para irse en medio de aquella confusión. Prepararon sus cachivaches de gloria puntual y simple como un soplo de felicidad.-¡Hey, los confites! ¿No se van a ir llevándose los confites?- Les dijo un niño-¡Dejen los confites y llévense su burro! –Dijo un poco azorada la vieja -¡Yo ya tengo miedo de seguir aquí si ese animal se me acerca y me habla!-¡Esta vieja sí que está topada!- rio Vende Queso Falso-¡Ahora cree en burros que hablan! ¡Válgame Dios, por eso es que me siento mejor entre ustedes, que entre gente que se dice normal! ¡Además allá, la dicha, hay que comprarla! Aquí, es de gratis.Los jóvenes repartieron los confites con bastante premura, al parecer dieron por cumplida su faena y partieron.-Vamos para el barrio. A hacer resistencia al barrio. Vamos a romper este toque de queda animando las calles con música, antes de que la animen a balas los de la policía y el ejército.Uno de ellos se volvió para decirles. “No le digan a nadie lo de Palmerolo, no fue cierto, los policías los pueden creer locos y pueden castigarlos. No todo mundo comprende los trucos de este viejo volatín” agregó, señalando el viejo._¡Já, ya decía yo!- Cascabeleó su jerigonza entre saliva la vieja- ¡Son unos bandidos, nos domaron, y tamañas pedradas le zampé yo al pobre burrito bruto, jajajaja!-y agregó,-¡ ay vuelven, pero no nos traigan azoros y menos de burro!-¡Adios!- dijeron ellos, con prisa por irse- ¡Deberían de venirse al barrio con nosotros!La niña los miró con duda, riéndose y diciéndoles adiós con ambas manos. -¿Y qué historia es esa, vieja?- dijo con sal en las palabras, Vende Queso Falso.-¡Esos volatines, que para divertirnos mejor, nos cagaron, así, de un chispazo, haciéndonos creer, que aquél burro que va pal río, habla!- le respondió ella cubriéndose la boca al reír-¡Bueno y es que nos habló, pero era puro truco del viejo entre ellos, que es zamarro para hacer ver que hasta los muñecos que anda en una caja, se vean, como si estuvieran vivos!-¡Y, a saber!- Agregó uno de los niños-¡A saber! ¿A saber, qué? ¡Vos! ¡Ya te pusiste pendejo vos también!- Le reclamó al niño, bien brava la vieja.- jajajajaja, -rió Vende Queso Falso-jajajaja,- rieron todosEl niño se molestó porque se reían de él y se fue, llevándose casi de arrastra a Pijiriche, lo siguieron tres niños más, pero no la niña, que seguía jugando con las sombras.-¿A dónde van, oh?- dijo un viejo medio tuerto, que los miraba levantando ladeada la cabeza, como para enfocar bien el único ojo servible.-A aguar el perro- dijo sin interés uno de los niños, pero la verdad, iban en dirección de donde estaba Palmerolo.-¡Ya días que no venía a quedarse entre nosotros, Don Queso!- dijo uno de los hombres- Lo hemos visto paseando por la ciudad, pero usted no nos ha visto.-Como seis meses- respondió con desgano Vende Queso Falso- pero hoy sentí la necesidad de ustedes- y se estremeció como si un escalofrío le bajara por el pecho.-¿Y cuándo nosotros lo vemos en las calles, usted no nos mira, que nosotros le hacemos señas y le decimos adiós?- dijo otro hombre.-¿Mirar? ¿De qué sirve mirar si no ha de tener utilidad? ¿Para qué los puedo mirar? ¡Si tengo que mirarlos, para eso bajo aquí!-¡Ah, ya les he dicho, un par de noches, de vez en cuando, lejos de la mentira y la paso bien, por eso vengo aquí! Ya les he contado la historia de Lázaro y Epulón y por un rato, un par de noches, me sirve sentirme como Lázaro. Mi familia ya sabe y me dejan hacer mi locura. Es que los pobres limpian mi alma.-¿Y eso para qué?-Dijo otro que no había hablado y que por primera vez veía a Vende Queso Falso.-¡Bueno, me siento libre, tengo la libertad de hacerlo! Venir de arriba acá abajo.-¡Sí, oh, ha de ser chulo, jajajaja, si cada uno pudiera vivir su propia burrada!-¡Burrada!-exclamó molesto Vende Queso Fresco- ¡Uno vive y punto, esa es mi filosofía!-¿Así se llama la mujer de usted?-se interesó en saber la vieja- Es un nombre bonito. Yo también me quisiera llamar Sofía.Él la miró despectivo y con una minúscula risa y dijo ¿Sí? Hubo un prolongado silencio, por el que se dejó oír el parloteo de los niños en el río, que aparentemente luchaban por bañar a Pijiriche y este les ladraba suplicante. Ellos lo animaban riendo y jodiéndolo, pero insistiendo en meterlo al río. Por momentos lo lograban y el perro saltaba para afuera y se sacudía, rociándolos a ellos sacándoles sobresaltos de frío, que era lo que más disfrutaban, sobre todo, saltando con agilidad para capear las salpicaduras de agua.-Se van a cagar en el perro, esos cipotes- dijo una vos. Los demás rieron- Si lo mataran y tuviera carnes, bien haríamos un asado esta noche.-¡Cagarse, mire como él no se cague en ellos, que él es la viva cagada! ¡Yo nunca tocaría ese perro puerco ¡- dijo, y escupió hacia un lado, pero el viento le trajo la saliva rala de regreso, que bañó también a los demás que protestaron y ella les respondió con una risa entrecortada con un tosido seco que la puso en apuros, después siguió riendo.-¡A vos deberán de bañarte esos cipotes! -Le dijo un viejo.-Yo propongo que vayamos todos a bañarnos al río, -dijo de improviso Vende Queso Falso-y diciéndolo se fue quitando la ropa hasta quedar totalmente desnudo, corriendo hacia el río, otros lo imitaron y los menos, se fueron a meter de regreso a sus cuevas, como temerosos de algo, no sin antes repartirse las ropas de vende Queso Falso, al que ya se escuchaba chapaletear en el río. Mientras que la vieja, haciéndose la desentendida, se metió entre las sombras, casi desapareciendo por encanto. La niña, se había quedado dormida en la arena. Se oían las voces de alegría, de los nudistas que correteaban en la corriente pacha del río, mojándose unos a otros.-¡Nos vamos a morir, a morir a morir, -decía uno de ellos, que sólo hacia el gesto de meterse agua y daba de regreso, con intenciones de ponerse de nuevo la ropa que llevaba hecha un puño pegada al pecho.-¡Morite, cabrón, pero morite bañado!- escuchó que le decía uno y todos explotaron en risas- ¡ jajajaja!-¡Si querés morirte, mejor vení te ahogamos! -Dijo otra vosAl oírse esa voz, Vende Queso Falso hizo un gesto con ambas manos y una actitud como de visionario, una energía muy interna lo trasformó y con ella atrapó a los demás.-¡Buena idea!- Exclamó- ¡Por qué no lo ahogamos por cagado?Se mantuvo el silencio.-¿O lo ahogamos a él, o nos ahogamos todos por cagados!-AgregóSiguió el silencio, sólo el temeroso, comenzó a reírse de nervios.-¿Ganamos o perdemos?- dijo Vende Queso Falso, acercándoseles a los otros, afinando la propuesta-¡Yo les digo que ganemos!-¡Nadie gana si yo me ahogo!- dijo temblando el temeroso, riendo como alocado.-Vos ganás, ganamos todos; vos te hacés famoso y te hacen un buen entierro ¡Hay que ser triunfador en esta vida! ¡Ganar, todos somos ganadores, basta con tener una actitud de ganador!-¿Y los demás? ¡ ganarganaranaraganararanarargannnar! ¡Váyanse muy a la mierda!-¡Es un entierro, vos, todo mundo gana en un entierro! ¿O te gustaría morir sin que nadie lo sepa y que te coman los zopes, que te arrastre con dificultad el río y heder por muchos días?Y todos miraron al que iba a morir, los niños sintieron un viento raro y se llevaron de arrastra al perro mojado y tembloroso para ponerse a salvo, porque sabían que algo iba a ocurrir. Palmerolo y los Naguales queriendo entender lo que sucedía se pusieron en alerta, porque de pronto se sintió la presencia de la Parca.-¡Ganemos!-dijo con una risa torva Vende Queso Falso- Yo me encargo de los periódicos, de la bulla y que a todos por un día les sientan lástima-¡Ganemos, denme esa oportunidad de hacerlos ganadores! ¿Qué es un día más, qué es un día menos en la miseria? ¡La muerte es santa! ¡Es un Ángel!- Predicaba, estaba eufórico, y mientras hablaba se agarraba de su masculinidad y la agitaba, y se les iba acercando más- ¡Morir, qué es el morir! ¡Vivir! ¡Vivir es morir y la vida tiene sentido en el morir si ha de ser para ganar!El miedoso al verlo así, salió despavorido y la escena se volvió más veloz, porque Vende Queso Falso, de un zarpazo, tomó por la nuca al que tenía más cerca, que era sólo huesos y pellejo reseco, lo tomó con tal fuerza que lo redujo a nada, apresándole la cabeza con su entrepierna a manera de tijereta de muerte y sujetándole las manos para inmovilizarlo, mientras se dejó caer sentado sobre la chorrera de agua sucia. Gozó al sentir el golpe suavizado de sus nalgas en el cráneo que le sirvió de amortiguación, como si una música le hubiese subido por la espalda, no hacia sus oídos, sino a su esqueleto total. Los demás miserables huyeron río abajo. Palmerolo hizo un rebuzno y me metió al río empujado por la fuerza de los Naguales, y no pudiendo patear, tiró mordidas a Vende Queso Falso y le golpeo la cabeza con los morros, pero Vende Queso Falso estaba hecho una fiera, tenía los ojos encendidos y luchó contra Palmerolo que logró lanzarlo en la corriente y hacerlo rodar; pero fuerte como era, se repuso y saltó a la otra orilla. Palmerolo lo persiguió trastornado ante la cercanía de la muerte. Aquel salió huyendo veloz. Los Naguales se metieron al agua, el agua brilló, parecía limpia; pero en ella, había un cadáver. Y un chorrito fino de sangre se mezclaba como un líquido más de miseria en aquella chorrera que lava la Capital de Honduras.-Yo sabía, los que nos escondimos sabíamos- murmuró entre las sombras la vieja,- que cada cierto tiempo la muerte viene disfrazada de ese viejo rico, y se lleva uno de nosotros. Un día me tocará a mí, por eso, cuando yo por la calle y lo veo, me aparto, uno no debe provocar a la muerte. De todos modos, un día va a venir aquí, y hay que recibirlo, no somos eternos, pero no hay que provocarla, ni caer en sus juegos, que sólo los ricos saben cómo andar entre ellos, sin morderse. Bueno, a lo mejor a ellos los visite otra muerte, pero a nosotros, siempre nos llega Vende Queso Falso, y se lleva uno, mientras él chapalea de placer en el agua. De allá sale sucio y se va cantando, río arriba, allá se cambia de ropas y se va cantando, río arriba, como si desnudara su alma.Los Naguales escuchaban a la vieja confesarse ante las sombras. Y Palmerolo sentía que el camino por donde iban, no era un camino grato. Se sentía acorralado por un fraude, por un engaño, como nunca antes al buscar una salida en aquel mundo de sombras al que había sido arrebatado.-¿Están seguros de qué no nos hemos equivocado?- Les dijo a los Naguales-No somos nosotros, es el camino- le respondió la Tortuga- Y no es para seguirlo, es para deshacerlo, hasta hoy, hemos deshecho sus trampas, pero hoy estamos dentro de una que deberemos averiguarle el nudo.-¿Yo no sé qué hacer en esta suciedad?- Habló el Puerco Espín-¡De esta manera nos mataron a nosotros!- Dijo el Cusuco-¡Sí, la muerte nos llegó disfrazada! ¡No, eso no! La muerte no es un disfraz. No. Bien lo sabemos. La muerte es de verdad, como la vida- Dijo el Jaguar-La vida, esa es la que tenemos que encontrar entre estas sombras-Agregó el Gato.La Lora y el Águila permanecían junto a Palmerolo, calladas; los niños habían desaparecido del lugar persiguiendo a Pijiriche que se les había escapado; la niña, seguía tirada sobre la Arena, dormida, de nada se daba cuenta, quizá soñaba, y entre las sombras, de las cuevas improvisadas se escuchaba los ronquidos de los que dormía, mientras la vieja, en el fondo de las sombras, parecía platicar con alguien, presa dentro de espejismo de miedos. El río, seguía en su curso sucio, lavando con suciedad, lo sucio del lastre que lo ocupaba. En lontananza, se escuchaban disparos de armas de alto calibre, definitivamente, la muerte galopaba en aquella ciudad, aquella noche, como potranca bojada. Los disparos provenían de los barrios donde la Resistencia hacia esfuerzos por romper los barrotes de disparos y decretos de la cárcel de la dictadura (continuará)

Palmerolo y los Naguales Candelario Reyes García

Palmerolo y los Naguales Candelario Reyes García
Capítulo IV

Dos.
No es fácil resolver una situación de horror; sobre todo cuando es ella la que te oprime. Y Palmerolo y los Naguales, realmente confundidos no saben qué hacer. Teñía la noche y sobre el río, estallaban sombras. Palmerolo, sintió el resabio propio de sus instintos de burro apenas controlados porque en contraste con las sombras, la noche se cundía de luces. Y cada una de ellas, para él se convertía, cada luz, en una especie de callejones de una trampa tendida; a manera de telaraña gigante. Las luces le afectaban, le resultaban peor que la oscuridad; para suerte, los naguales lo cubrieron con un brillo que le aliviaba sus ojos y se los apagaba de la apariencia de brasas, que le daban las luces del alumbrado eléctrico público al rebotarle en el cristalino de sus ojos.
Tuvo un reparo, vio figuras como de espanto que salían entre las penumbras: de especies de cuevas improvisadas en la ribera emergían seres con aspecto de despojos humanos; parecían osos de miseria salidos de una variedad de hibernación de la lobreguez y la miseria.
Se iban acercando entre ellos y sonreían como triunfantes sobrevivientes de algo mayor que la luz del día, mostraban sus dentaduras sucias al sonreír y se decían cosas entre ellos, algunos hurgaban en las bolsas de sus harapos y se mostraban desperdicios de casi nada que de allí extraían.
Se vio el relámpago de una luz breve y de colores, seguido de un casi imperceptible aullido de una patrulla policial, entonces todos ellos corrieron a ponerse en fila, en una sola escuadra de absurdo y haciendo el saludo militar; visiblemente algunos temblaban de temor. Otros sonreían una sonrisa tonta de complicidad que pide aceptación.
De pronto apareció entre las penumbras un hombre de uniforme, seguido muy de cerca por dos de civil, pero armados con fusiles de asalto. Se pasearon ante la fila como si hicieran revisión de tropa.
-¿Sin novedad en el frente?- impuso con sorna más que su voz, su aliento sobre la cara de los miserables.
-Con la novedad mi sargento, -le respondió uno de sus acompañantes, -de que todo el pelotón está presente.
-¡Eso significa que anoche tuvimos buena cacería!- agregó con mayor pachorra de la que le es propia a los policías.
-¡Muestren la rapiña, cochinos!- Les gritó el segundo de los acompañantes.
Y todos estuvieron prontos a hacerlo sacando de sus bolsillos sucios sendos regalos: el fruto del ilícito y riendo con simulada complacencia, como para ser valorados, a cual el mejor, conforme a la rapiña que otorgaban como presente a su visita distinguida.
-¡No ha estado mal!-dijo el otro acompañante, -como que se han dado cuenta que mi mayor está de cumples, jajaja. ¡Hacen bien, hacen bien, tienen futuro, apestoso!
-¡Cállate!- le impostó el otro- y zámpalos en a bolsa y cerrá la jeta.
Este los recaudó con sin tocarlos, haciendo que los raídos los fueron poniendo en el saco.
-¡Puta, hasta una piedra, mi mayor…!
-Déjala, esa te toca a vos, que sos el vicioso, ojalá algún día aprendás que ese vicio de llevará más a la ruina de lo que ya estás. El día que me atiendas y recibas a mi señor como único salvador, lo entenderás, si no, te espera quedar como estas piltrafas que ves aquí, que de no tenerles en cuido nosotros, o estarían ya muertos o en prisión! ¡Y ya! ¡Vámonos! que tengo que ir a cenar con mi familia,- e hizo el gesto de una orden de retirarse a los dos ayudantes.
Los ayudantes hicieron como que se iban, pero lo esperaron a escasos dos pasos.
-¡Y vos!- dijo el mayor a la más vieja de las mujeres que estaban allí-¿No le vas a mandar a decir algo a tu hija? Ella cree que vos estás bien ¿Qué le digo? ¿Todavía te acordás que tenés una hija de mi general y que es mi mujer?
La mujer en mención gimió, pero de inmediato fingió una sonrisa de tonta, se agachó y cubrió con un trapo sucio su boca desdentada y no dijo nada.
-¡Mierda!- dijo el oficial, y se metió la mano en el bolsillo, sacó algo y se lo dio-¡Tomate una al día… es bueno para mí que te mantengás viva!- Hizo un gesto de saludo militar a todos y se fue detrás de los otros con gesto marcial.
Los otros rieron, él no, sólo adelantó el paso y todos salieron con prisa. Cuando llegaron donde estaba la patrulla, está lanzó un breve aullido de sirena. Los miserables rompieron filas y dijeron a burlarse de la vieja, gritándole “suegra, suegra, suegra” la vieja gritaba también y daba carcajadas.
Palmerolo estaba distante y no supo que era aquello, pero los Naguales sí, lo observaron todo. La Tortuga dijo: ¡No sabía yo que existiera un mundo así!
-¡Cuidado, viene más gente!
Y sí, apareció un grupo de jóvenes seguidos de un viejo, al parecer traían algo para los miserables, porque estos se agruparon y se pusieron a aplaudir. Los del grupo que llegaban se les acercaron muy complacidos, mostrando un gesto familiar de confianza. Sacaron unas latas, les pusieron combustible e hicieron con ellas unas fogatas.
-Se les había olvidado que ahora es jueves! ¿Verdad?
-Hay toque de queda ¡pero qué importa, nosotros siempre les cumplimos! ¡Les cumplimos a ustedes y burlamos la dictadura!
-¡Sí, vamos a alegrarnos la vida! Ustedes son nuestros jefes especiales, porque no nos deben sueldo, ni nos restringen con órdenes.
Y luego de breves preparativos de los instrumentos, comenzaron a hacer música con una melódica, una flauta, maracas, claves y un par de gemelas. Los miserables danzaban y un viento de alegría se inició en aquel lugar. Luego de la primera pieza, uno de ellos tomó la palabra: “Es bueno que nos demos cuenta que estamos vivos. Hoy vamos a tener una hora especial, pero antes ¡vamos a ver! ¿Quiénes de ustedes han hecho fuerzas y voluntad para no probar ni alcohol, ni drogas? … Tres de ellos levantaron las manos.
-¡Mentiras, mentirás, no mientan, si han probado algo!-dijo una niña entre ellos-¡Yo los vi! ¡Yo les grite! ¡Le dije, no mentir, no mentir!
-¡Bueno!-dijo la vieja sin dientes, con alguna dificultad al pronunciar las palabras-¡Algo hemos hecho todos, lo que pasa, que a veces nos topa el hambre y el frío y entonces uno comparte algo de pega , huele, ensuelve un poco y se le pasa…pero hemos hecho el esfuerzo! No hemos pasado sólo en el vicio, hasta nos hemos aseado un poco…sólo agua, es que no hemos podido hervir, pero la hemos colado en los trapos; y no se ve tan sucia al tomarla. Fea , apesta, pero no se ve tan sucia.
-¡Pues no!- dijo un niño-¡Nosotros cuatro nos hemos tapado con cartones y plásticos y le hemos hecho gancho al hambre buscando en los “drones” y guardando poquitos y vamos saliendo. Estamos como enfermos, temblamos pero vamos saliendo. Y casi no tomamos agua. El agua es un veneno. Ese río mata y no hay de donde entre tanta mierda, espumas y babosadas.
-¡Muy bien, -dijo un joven- nosotros venimos de allí, y lo hemos logrado. Y miren hoy somos artistas, otros trabajamos; estamos pobres, pero allí vamos. Ustedes lo lograrán. Por eso hoy les trajimos confites y galletas y confites a todos, parejo; pero eso será hasta para el final. Ahora vamos a ver un espectáculo.
Y el más viejo de ellos, que había traído una caja, la abrió y comenzó a sacar varios muñecos. Eran marionetas. Todos eran perros. Los músicos interpretaron una pieza alegre, y con la ayuda de dos jóvenes, el viejo fue haciendo vivir a aquellas marionetas. Las pusieron a danzar y a pegárseles al cuerpo a los miserables, danzando sobre sus hombres y sus cabezas. Esa libertad de los muñecos despabiló a la concurrencia miserable, que comenzaron a jugar con ellos y a bailar, olvidándose de su tristeza, plenos de alegría y de admiración. El fuego se batía por el viento y por el movimiento de los que se arremolinaban en torno a los perritos, que estaban vivos y halagozos. Palmerolo y los Naguales se vieron contagiados y se acercaron un poco; tanto que fueron determinados por los demás y sin mediar palabra, sino que actuando, los incorporaron al tumulto. Cuando estaban en plena alegría, la niña gritó:
¡Miren, ha bajado Pjiriche, al río!
Y sí, un perro flatoso y humillado estaba junto a la orilla del río, un poco nervioso, tomando de aquella agua sucia. Los niños corrieron tras él, y éste no pudiendo escapar, se echó, hecho un montón con aspecto de desojo. Los niños lo amarraron con un cordel y lo trajeron.
¡Es Pijiriche, es Pijiriche, -gritaban-¡lo vamos a bañar!
¡No! -dijo el viejo de los títeres, riendo- si lo bañan, puede desaparecer, no ven que está hecho de puro tile! Es puros huesos pegados por el tile, si lo bañan, se les desencajan los huesos.
Y rieron todos.
-Sí, se le cae el tripongo, los ojos y las orejas. Jajajaja.
-¡Por eso nosotros tampoco nos bañamos!- Dijo a todo reír la vieja.
-¡Bueno! ¡Entonces por qué no nos bañamos todos?-dijo una niña-¡Tal vez sería mejor desaparecer!
-¡Sí, que se bañe primero el viejo de los títeres y los títeres! –Exclamó otro niño.
-¡No! ¡Los títeres y los artistas no!- Reclamó con un poco de dureza un niño- ¡Lo bonito y lo que nos da cariño, no debe desaparecer!
Y hubo un gran silencio.
-¿y qué debe desaparecer?- Dijo Palmerolo
Cuando el burro habló, cundió un pánico como de muerte.
-¡El burro habla! ¡Habló, habló, habló! -Dijo la niña- Y los animales no hablan; sólo pueden hablar con los mudos.
Y quedaron de nuevo en silencio.
-¡No, -dijo un niño- fue un truco del viejo, así como revive a los muñecos, nos quiere hacer creer, que el burro habla!
El viejo tragó saliva, y sabiendo que no era cierto, como para salir del espanto, dijo-¡Sí, yo lo he hecho! ¿Verdad Burro? –Agregó
-Me llamo Palmerolo
-¡Jajaja, que viejo más zamarro! -Dijo la vieja, escupiendo las palabras de un solo golpe y asperjadas de saliva hedionda- ¡Con gusto me casaba con un viejo así y dejaría todo los vicios sólo por cuidarlo, porque sí que es zamarro este viejo!
-Yo hablo,-dijo Palmerolo- pero no todos me pueden oír, ni entender, sólo mis amigos y la gente buena.
-¡Hum, puta, ahora este viejito nos quiere hacer pasar por buenos a nosotros! ¡Cómo que me está enamorando por medio del burro!-agregó la vieja- Jajaja ¡Viejo descarado!
-No- respondió Palmerolo- no fue el viejo, fui yo. Miren el vejo está desmayado y los músicos tienen la apariencia de muertos. Yo no ocupo que otros hablen por mí.
Y era cierto.
-Y no estamos drogados,-dijo un niño
-¡Es un truco del viejo, vos, de hacerse el desmayado- le espetó al vieja- es que nos quieren hacer creer que somos buenos, para que dejemos la droga y de robar, para esos cabrones policías…¡cómo no son a ellos que los van a matar si no les hacemos el negocio!... ¡Yo no soy tan cabrona para creerles!
-Ustedes son buenos, -dijo Palmerolo- Lo que pasa, sólo es que andan perdidos.
-¡Perdido andás vos, burro viejo de mierda que casi me matás del susto!- dijo la mujer y juntó una piedras y fue lanzándoselas a Palmerolo, que sólo pudo capearse una y le cayeron dos; pero no se movió del lugar.
Al verlo sereno, y que no respondía a patadas, como burro, los demás miserables controlaron a la vieja que se puso como loca forcejeando hasta sollozar, al verse reducida en su empeño.
-¡Decir que soy buena yo, yo no soy buena, ni nadie de nosotros, no pueden ver lo pastosos que estamos!- gemía y forcejeaba- y yo que hasta soy suegra de un oficial y me revolqué de gusto con muchos en los batallones, pero sólo a uno le di el gusto de parirle una hija ¡Jajaja, una hija de puta!- Histérica- ¡Mi hija, mía, mía, una puta, una puta que han mandado a la puta!
Un joven artista tomó la palabra y dijo muy nervioso-¡Sí, crean, él es Palmerolo, yo he leído sobre él! A lo mejor sea una aparición, a lo mejor, la vida nos quiere decir algo- Pero estaba visiblemente nervioso y no logró convencer a nadie.
El viejo había despertado y estaba como alelado. Todos los demás se fueron sentando sobre la arena y Pijiriche aprovechó la situación para salir corriendo, pero dos niños estuvieron prestos a atajarlo y lo retuvieron. La vieja permanecía parada y Palmerolo dio la vuelta y se fue junto al río. Los Naguales lo siguieron, pero estos no eran percibidos por nadie más. Había un incertidumbre en el entorno que les otorgaba la noche.
-¡Algo nuevo va a pasar!- dijo el viejo de los títeres -¡Cuando los títeres y los animales hablan, algo va a pasar! ¡Crean, esta dictadura va a caer, por eso los animales han hablado!- Se daba ánimos. Y a toda prisa iba guardando en la caja los muñecos.
Todos los artistas se quedaron observando al animal que se iba; pero un joven, aprovechó como para romper el encanto y dijo: “¡Somos buenos! Sí, el burro tiene razón, somos buenos si no actuamos por una maldad a propósito, somos buenos, si se nos ha robado la voluntad y se nos obliga a ser lo que somos; pero podemos cambiar. Somos buenos”
-Y si no somos buenos, podemos ser buenos, a lo mejor esto lo estemos soñando, pero se vale, soñar lo bueno se vale-agregó el viejo titiritero- Yo, antes de hacer mis títeres, los sueño. Y miren, no hago mal en fabricarlos y alegrar a la gente… ¡Todos tenemos derecho a la alegría sin causarle mal a nadie!
La vieja le soltó una pedrada más a Palmerolo, pero no acertó y dijo: “Hoy tengo miedo, como si ese burro me hubiera pateado el alma. No me simpatiza ese burro”
-¿Le tienes miedo a lo bueno?- Le dijo la niña-¿Y a los policías que nos joden por qué no les tienes miedo?
-Ellos son la seguridad, ellos son la autoridad. Eso lo sé-Razonó la vieja.
Todos pusieron atención a la niña, que tirada en la arena, hacía dibujos de manos, poniéndolas en contra de las farolas encendidas que proyectaban sombras sobre las arenas. Pero tenía la mirada distante, como queriendo adivinar algo, otros seres que se movían junto a Palmerolo. (continuará)

Parte uno del Capítulo IV

Palmerolo y los Naguales Candelario Reyes García
Capítulo IV

Uno.
Y en eso se produjo una especie de estruendo salido de algún lugar no determinado, pero que como reacción de conjunto hizo que Palmerolo y los Naguales se concentraran de nuevo en aquel banco de arena del río. Al inicio al parecer no tenían nada qué decirse; las más asombradas eran las aves. La tortuga con su lentitud parecía ocupar la atención de los demás, por su ritmo torpe y su pensamiento ágil, más lo cierto, es que entre ellos, todos se ocupaban entre sí de ver que el otro estuviera mejor, o tan bien, como todos. Ese era un código, no acordado, sino que les brotaba de natural, en su condición de naguales, capaces de darlo todo, a su vida, como costa, por la felicidad de los otros.
-No es lo que creímos,- dijo la Lora, sin hacer mucho aspavientos, más bien como construyendo una madeja de misterio, hablaba lentamente-¡Lo que quisimos alcanzar con sacrificio, no vale la pena!
-¿Qué, no? ¿A qué te refieres? – Le franqueó el Puerco Espín- ¡Se dan por vencidas, no quieren que vayamos a la otra orilla? ¡Si yo pudiera volar, me la contarían!
-Lo del otro lado del río- Les confió, como si destapara un ruido, pero sin hacer bulla- Eso que parece, es otra cosa, no lo que suponíamos,- nadie le agarró el tema.
-¡No caemos! ¡No sabemos qué decís! ¡Estamos tan asustados con lo que acabamos de vivir, y sobresaltados con el ruido que se vino del peñón, que no entendemos, para nada, a qué te referís!- comentó el Gato –Si nos hablaras más claro. Por ejemplo, nosotros en nuestra incursión, sólo hemos tenido que defendernos, en lo mínimo procurar salir de allí, aunque los golpistas, por fuertes y letales que sean, tienen claro, que nunca tendrán la vida fácil.
-¡Me refiero al bosque!- Se apresuró a decir, un tanto molesta la Lora, respondiendo, ya no en secreto, sino con un piido torpe. Una alharaca de guara- Nosotros libramos una lucha grande contra la bruja, creyendo que lo que íbamos a encontrar era un camino, por donde ir todos a un futuro bello, que se nos presentaba, del otro lado de este río peligroso. Creímos que lo malo era el río, y lo bueno el bosque. Pero hemos descubierto, que todo es una mentira, como el golpe, todo es parte de todo, una mentira.
-Todo es parte de una trampa,-sumó con tranquilidad su canto el Águila, al decirlo parecía presa de una decepción- Cuando vimos el bosque, todos, desde un inicio, creímos que el reto era atravesar el río, e ingresar al paraíso prometido. Pero no existe nada de eso. Volar alto, me ha servido para caer bajo, sin embargo es la verdad. Y es mejor descubrirlo a tiempo. Y eso es una alerta. No debemos suponer, hay que explorar, medir, pesar y darse cuenta de la verdad.
-Todo es una pantalla, o más de una pantalla-exageró La Lora, extendiendo sus alas, en señal abarcadora- No hay tales. Cuando bajábamos de la montaña, creímos que el paraje bello que se veía, del otro lado del río, era la tierra prometida y creímos que todo sería bien, que representaba el futuro, un nuevo país. Y no es cierto, no es cierto, es una falsedad, un espejismo. Ya lo hemos visto, desde lo alto nos hemos dado cuenta que se trata de millones de pantallas que reproducen una realidad falsa, una trampa. Detrás de ellas la realidad es otra. Así que estamos como al inicio, sólo que ahora sabemos a qué atenernos.
-Ahora entiendo,-rezongó Puerco Espín- estamos en una trampa, somos objeto de una mentira que sin embargo, mata; porque muy cerca de la muerte hemos estado. Es de verlos el estado de agitación en que hemos llegado aquí, buscando un respiro.
-Sí, es de abrir bien los ojos. De concentrar toda la atención. De ronronear con cuidado sin dejarse atrapar por las apariencias,- agregó el Gato- Pero, yo quiero una explicación mayor. Estoy tan acostumbrado a las cenizas, que me gusta lo caliente, pero no dormir en brasas; he igual, juego con los ratones antes de comerlo, pero bien sé que eso es a mí, y no a ellos, a quien le hace gracia.
-Cuando volamos alto, y la bruja de la escoba nos impedía acercarnos, no era porque quisiera impedirnos, que disfrutáramos de aquel lugar; era para que no descubriéramos la verdad y lo pusiéramos en evidencia- narró el Águila- Yo me fui alto, tan alto que burlé la tinta que cagaba la escoba de la bruja. Y pude ver, y al ver, la magia se rompió, además lo que miraba, lo iba diciendo se lo gritaba a la Lora, y las palabras son poder, el poder de entender, son guía, mapa, diálogo, acuerdo entre los que estamos oprimidos y buscamos una salida …Ellas a lo mejor esperaban que nosotros nos lanzáramos desesperados y enloquecidos al río, donde a lo mejor a algunos nos devorarían algunas fieras, o a lo mejor, otros, exhaustos, alcanzando la orilla, seríamos fácil presa de otros percances, no menos letales. Pero no fue así.
-Se trataba de una trampa. La maldad planifica todo. Y espera que las víctimas no se entiendan entre ellas, que vayan por instinto, separadas, divididas y ¡Fum! Hundirse en el embudo de la mentira- expuso muy coloquial, la Lora.
-Sí, no fue así, no les salió el truco, nosotras andamos juntas, tomamos medidas, estrategias, no actuamos por instinto y estudiamos la situación. Y seguimos en terreno, eso es lo mejor.-Confirmó la tortuga- Les salieron mal sus cálculos; quisimos antes explorar y conocer. Y así salimos en ruta distintas, peregrinando y viendo los detalles de esta trampa…ahora estamos de vuelta; ya veo, y tenemos resultados. A lo mejor hasta podríamos tomar decisiones; a lo mejor.
-¿Ya se dieron cuenta? ¡Miren! -dijo asombrado el Jaguar, al tiempo que señalaba los detalles de una amenaza que se cernía sobre ellos-¡Salten, saltemos, que el que no salte, es víctima!- Y el saltó, animando a los otros que lo hicieran.
Todos saltaron. Palmerolo tiraba coces, estaba nervioso. Y alcanzaron un peñón, un fajón alto de rocas que parecía sitio seguro y vieron que el panorama cambiaba. Y a su vez, que aquel montículo en que estaban, eran puros desechos de ruinas arrastradas en algún tiempo por el río. Por lo tanto, no podían estar en ellas, en total confianza.
-¿Qué sucede? – Dijo Palmerolo, alarmado-¡Qué sucede aquí que todo es tan movedizo y falso!
-Es la constitución de la mentira- manifestó la Tortuga- estábamos en arenas movedizas; bueno seguimos igual, nada ha cambiado, sólo que al menos nos hemos puesto temporalmente a salvo.
-Todo esto que estamos viviendo se basa en la mentira, en esa trampa nos han metido- dijo nervioso el Cusuco- Yo aquí no sería capaz de escarbar un refugio, o de comer tan siquiera un panal de zompopos, porque sin duda, urdiría la trampa de mi propio final. Y podría comer la lombriz de mi perdición.
En eso, escucharon el croar de la Rana en lontananza. La Rana que fue su primera guía cuando la salida de la aldea. Y se estuvieron quedos, en silencio, esperando otra señal.
-Al menos no vamos perdidos. No importa lo que suceda-declaró Palmerolo- ¡Oyen! La Rana, nuestra amiga Rana, ha cantado, croado, eso significa que vamos por buen camino. O que no andamos perdidos, aunque no sea bondadoso el camino.
-¿Pero cómo puede ser posible, eso, si vamos sólo asechados por peligros?-se quejo el Puerco Espín- ¡Malvado el día en qué los delincuentes se adueñaron de esta patria! ¡Que esto se corrija, que sus golpes se desplomen!
-¿Quién te dijo, que esto iba a ser bonito, si estamos tratando de romper con un crimen, con un golpe, con una mentira de muerte, que unos pocos ricos, siete pañuelos de cuello blanco y una pandilla de militares, han urdido contra un pueblo pacífico, al que aherrojan y matan- Le protestó la Tortuga-Esto es viejo y para romperlo, es que vamos buscándole nuevas raíces a los caminos de la patria.
-¡Sí, esto pende de los cordeles de la muerte!- expresó el Cusuco- ¡Ese sueño, no es recreo fácil! Para mí, que este caminar nuestro tiene un alcance breve en el tiempo, pero que debemos hacerlo, sin renunciar un ápice, nada, de nada, para que vengan otros naguales, otros hijos, y puedan continuarlo!
-Honduras está convertida en una pocilga en la que hierven la peste y la ignominia, eso lo sé, - respondió el Puerco Espín- la democracia, mira, nos tiene muertos, y sobre nuestros cadáveres se ve a los cerdos saciándose…así, que de igual manera, la recuperación es larga. Y espeso caminos nos guarda.
-¡Atentos, vean, el río!- se alarmó el Jaguar
-¡Y el bosque!- maulló el Gato
-¡Apesta!- dijo Palmerolo, alarmado.
-¿Pero por qué está sucediendo esto, esos cambios tan rápidos y violentos? -preguntó la Lora
-Es porque nos hemos dado cuenta de la mentira; no puede ser otra la explicación. Se les está cayendo el modelo de la mentira- expresó llena de seguridad la tortuga-ya su mentira está explicada con nuestras palabras. Y eso es poder. A lo mejor, están tratando de recomponer el modelo, la forma, la celada… esto que estamos evidenciando, son a entrañas del mismo demonio, que juega una lotería de embuste, porque tiene cómo hacerlo y cuenta con todas las cartas y los conocimientos.
-¿Quiere decir que esta es la verdad?- Se asombró Palmerolo-Una dura verdad; en comparación, la mentira de las pantallas era bonita. ¡Dios, que la vida no me confunda! ¿Qué hago yo aquí, yo soy un burro, un jumento? ¿Dónde estoy? ¡Qué hace un burro perdido en esta fábula!
-¡jajajajaja! - reían la Tortuga y el Puerco Espín-¡jajajajajaja!- a pulmón batiente.
-¡De qué se ríen?- Se molestó Palmerolo, que se sentía objeto de burla por parte de sus dos pequeños amigos, por el sólo hecho de su inocencia.
-¡jajajajajajajaja! - Se contagiaron de risa los otros naguales, menos el Jaguar y el Gato, que se movían en torno a ellos, con sigilo, sin dejar de observar, los eventos que se sucedían en el río y el bosque. Pues entre más reían los naguales, más se volvía todo deplorable-¡jajajajajajajajaja!
Palmerolo comenzó a rebuznar y a hacer piruetas, contagiado por la risa, hacía corcovos. Y entre todos fueron armando bulla, ruido y escándalo, sin sentirse agobiados, bulla, bulla, ruido, ruido, al tiempo que todo se iba transformando.
-¡Se han marchitado las lianas, se han secado los árboles, no hay cantos de pajarillos falsos, ni nidales!- Expresó en hondo ronquido el Jaguar.
-¡Y el río apesta a mortandad, sus aguas están podridas, sus playas son basurales, no tiene luz, es un río de oscuridad, un turbio río muerto a pesar de que corre su pudrición, está muerto!- dijo con suave voz de horror el Gato.
-¡No hay peces, sólo pes pestilente, hediondez! ¡No hay cataratas, ni música, son sordas y ciegas las aguas! Parecería el río salido de una maldición! ¡Si sólo este río existe, moriré de sed!-Lamentó Palmerolo.
-La mentira, era más bonita que esta verdad que vamos descubriendo ¿Pero qué será mejor?- dijo desconsolado, el Cusuco. Es mejor morir limpios en la verdad, que lentamente morir, envenenados por la mentira.
-¡La mentira, para vivir en ella y no decir, esta boca es mía!- medió la Tortuga- La mentira de la tranquilidad de creer vivir bien en la marginalidad. Desnutrida, pobre, sin salida ni esperanza, pero en una burbuja que no permite ver la fatalidad. La mentira de la pantalla de la televisión, en la covacha, en la chabola, con tus hijos rodando entre el tile, comiendo tierra, y vos sollozando, triste, desconsolada, que la chica bonita y buena, fue engañada por la mala y se quedó con el guapo de la telenovela. La mentira de estar arrecha, casi con el puñal en la mano, porque no se trasmitió el partido de la sele…que al menos hace olvidar, que falta esto, que no se tienes aquellos, que te golpea el hombre, que te estás muriendo de fiebre, que no hay leche, ni pan, ni piedra, ni piedra, para vender, o darle al hombre, ya que no le tenés comida para cuando vuelva.
-¡Mira cuánta ruina! Al parecer, las pantallas, han sido desconectadas. Se nos ha acabado el paraíso. ¡Qué vamos a hacer! ¡Aquello que se ve allá, es el cerro el Berrinche, de él cuelgan la miseria y un panorama de miedo!- Musitó el Jaguar- allí donde la vida no vale nada, la democracia cuelga como trapo sucio, blandiendo el orgullo de pertenecer a una mentira.
-Más miedo hay de esa otra orilla ¿no vez el edificio del Congreso? Mira, allí si hay peligro, es una placenta de criminales, de poder y mano larga. Y allí cerquita tienen las bóvedas del banco, la catedral y las academias de armas-Les indicó el Gato- pero no hay nada de qué asustarse. Hemos vuelto a la realdad, cuando creímos que deberíamos hacer el viaje, por el mundo maya, a encontrar las profecías de nuestro futuro, expuestas con arte, con grandeza y talento. Y miren, hacemos círculos, a lo mejor, para que encontremos en la muerte, la explicación de esta nueva vida.
-¡Esto, entonces, qué es! –Irrumpió escandaloso, Palmerolo- ¿en qué hoyo hemos caído? ¿Y cómo ha sucedido eso? ¿Por qué todo se ha transformado?
-Este no es un hoyo, es un socavón de ladrones y criminales, Palmerolo- Le dijo irónico el Puerco Espín-Y lo mismo que preguntás vos, se preguntan los miles y miles de pobres, que han venido a caer aquí, por necesidad, no por lujo, y que les toca desempeñar la vida, entre el asalto y la astucia criminal ¡ Ya verás cuando salgamos a las calles, cuando seamos capaces de salirnos de las riberas de este río, con qué clase de personajes, te las verás!
-Esta es la Capital- Dijo la Lora
-Esta es la sobra de una mina- Gritó el Águila
-Es la serranía más honda y dolorosa, que sostienen siete millones de hondureños a fuerza de sostener una mentira, llamada, capital- remató el Cusuco.
Y Palmerolo se sintió presa de pánico, como nunca antes, en aquella brevedad vivida con los Naguales. Quedó paralizado, ni un rebuzno, un pedo o una coz, estaba tieso, de pies a cabeza, pero sin agachar las orejas.
(Continuará…)

Palmerolo y los Naguales. Capítulo III

Capítulo III

Uno

- ¿Y entonces qué sucedió?
- Poeta, mirá-me dijo la Lora-Sólo despegamos del suelo, en nuestro vuelo y cómo por arte de hechicería, casi vamos a dar, no al cielo, sino al infierno. Topamos con un gran farallón que apareció súbito como una gran tinta, de una especie de tornado que nos borraba el cielo y nos cerraba nuestro vuelo. Estábamos siendo víctimas de una mentira, una falsificación. Y repusimos nuestros vuelos, tomando río abajo. Sin saber realmente lo que sucedía. Porque en el momento, sólo quedaba reaccionar, sospechando de que se trataba y buscando la manera de sobrevivir. La primera explicación, es actuar. Y así fue.
- Yo me elevé después, casi de inmediato, desafiando aquel fenómeno, alto, muy alto, entonces vi, que aquello – me dijo el Águila, muy serena al describírmelo-era producto de las mañas de una bruja que iba y venía por los aires, volando en una escoba de plástico. La bruja tenía las nalgas puestas en los cachetes, por eso es que la cara se le veía rara y comenzó a tirarme ventosidades y a perseguirme. Quería derribarme. Pero volé tan alto, que su escoba no alcanzaba con su chorro de tinta a subir, porque la escoba era una segunda bruja que le servía de vehículo. “¡Falsifica, falsifica, falsifica!” Le ordenaba la de las nalgas en la cara a la escoba, pero la escoba, tosía y tosía, como carburador viejo y no alcanzaba a volar, sólo decía: “diunsa co, saco, diuntintero, tero, tero, titiritero un cielo falso y no puedo más”. Y fum, se iban cabeza abajo, cuando intentaban darme alcance.
- Y en la medida, que fallaban, el cielo se recupera- dice la Lora complacida- Y la bruja decía:
“¡soy bella, soy bella, quién puede dudar de mi cirugía!” “¡Tonteras, tonteras, tonteras, si dicen que no soy bella!” y se ponía a llorar y cuando lloraba, las nalgas se le abultaban más, digo, la cara. Y con sus lágrimas manchaba su camisa blanca con porquería que le salía de la baba. “Yo tengo otro presidente, otro presidente, aves malditas” nos imprecaba.
- Pero la escoba de la tinta falsa, firmaba y reafirmaba su vuelo y llenaba el pergamino del cielo de nuevo de pinturas falsas, de rúbricas nocivas, de crímenes y gases lacrimógenos y manchas a manera de gas mostaza, de esos que usan el ejército y la policía para reprimir. Es que la escoba era como un palo y sus mechas como una cabellera de plástico blando. Volaba al revés, aquella escoba, con las patas para adelante, el letrero de los dientes y la cara hacia abajo. Que al verla desde abajo, por el gancho de su nariz, parecía un arado con peluca, más que una escoba, además de que chorreaba tinta venenosa por las tetas y por todos los orificios, como una avioneta de fumigación, esparciendo tinta. Que su veneno consistía en falsificarlo todo. Gritaba y rugía, llevando el las ancas a la bruja de las nalgas en la cara. Y reían estridentes, viendo que nosotros, apenas lográbamos tomar vuelo. Y respirábamos porque podíamos pegarnos al manto del agua, tomando juelgo y manteniéndonos lejos de ellas- decía con gran efusión, al narrar, la Lora.
- Cuando ellas aparecían, el bosque se perdía, pues tenían la capacidad de abrir las puertas del infierno y todo el edén quedaba hecho un desierto: arenas amarillas, espinos hirientes y sabandijas venenosas, cazándose unas a otras,-musitó el Águila- Nuestro vuelo, en inicio, era casi de huida, pero en la medida que lo fuimos viendo y entendiendo todo, en lugar de volar para huir, fuimos dando respuesta.
- Fue duro, pero les hicimos la resistencia. Nosotros ante ellas no teníamos más alternativas, sólo confiar, en que el río, no fuera falso-expresó lentamente la Lora-Y sentimos que aquellas dos señoras, no sólo eran las causantes de nuestras muertes, sino como condenación eterna, en ultratumba, nos perseguían, para no dejar señas nuestras. Pero se equivocaron, a pesar de todos sus venenos y de sus tintas falsas, nuestras alas eran verdaderas, y nuestros anhelos tan ciertos, como que estábamos allí, luchando por ellos, con nuestras plumas audaces y nuestras ideas claras, contra todos sus poderes del averno.
- Y la bruja ascendía, cuando nosotros bajábamos. Y se sentaba feliz a cantar, sentada en los peñones de tinta de su sombrío cielo. Y peinaba y maquillaba su escoba y su escoba a ella. Se lamían entre ellas, hasta dejar totalmente blancas sus camisas, principalmente sus rebordeados y marcas –contó la Lora- aquello para nosotros era un descanso, una oportunidad de retomar el vuelo ideando. Ellas tomaban juelgo vociferando “otus dey, yey, otus dey, jey, esto es nuestro, por otus deyey. Somos santas, somos santas, santas de sannnnntaaaaannaaasssss, que ganará quien vuele más, jijijijijijijiji” reían, para atemorizarnos.
- Pero al volar pegados al agua, nos dimos cuenta de algo
- Sí de algo increíble, no, más bien creíble, pero inesperado por parte nuestra.
- El agua es un espejo vivo, dice lo que es, mientras a ella no la toquen los venenos.
- Y al ver, lo que vimos, decidimos, sin decírnoslo
- No parar nuestros vuelos
- Ni temer a aquellas brujas
- Sino que confiar en lo que nosotros éramos
- Y en lo que es verdaderamente la realidad
- En el agua vimos la verdad
- La tinta de las brujas era sólo una rúbrica falsa
- Además, justo en ese instante, escuchamos que nos llegaba un canto
- Una consigna cantada proveniente de la voz de la tortuga
- Aquello nos llenó de ánimo
- Y además limpió el aire que respirábamos
- Nos estábamos nutriendo de oxígeno
- De mejor ánimo
- Así inicia el principio del final.

Dos

- Mientras, a nosotros, nos sucedía algo no menos peor, -dijo un tanto cansina, casi aburrida, la Tortuga-Es que la oscuridad es un manto que lo cubre todo, sólo que en lugar de matices, lo que tiene, son abismos de mayor acumulación de tenebrosidad.
- Nuestra suerte es que fuimos acompañados de Palmerolo- agregó el Ocelote-lo cual también es una responsabilidad, pues hay que cuidarle su vida.
- Nuestro enemigo repentino, es de cuidado, se trata del Gorila y los verracos lengua mortal que lo acompañan de manera fiel y tan amañada, que se multiplican por tres y dan tres, aunque sean más, pues van por escalas, en sus niveles de inferioridad. Dependiendo de la radio y el canal-roznó Palmerolo. Y agregó para describir- Ellos mantienen la imagen de un gorila que se reía de revés, que por decir sí, dice no, por saludar golpea y que se unta mierda en el pecho para demostrar poder. Un poder, que para lo que más le sirve, es para demoler todo lo que esté en contra de él, que no es él, si no, el otro, que es en él ¡Esto es un poco complicado de entender! Casi como decir, que él, es el que no es, aunque él en sí mismo es una bestia rara, de doble aspecto.
- Es un animal anómalo, tiene más aspecto humano que de gorila, el problema es que en lugar de uno es dos. No son dos, es dos y uno a la vez, que es y no es. Tiene derecho y revés. Y no se sabe en verdad cual de los dos es quien, cuál es delante y cuál es atrás. Una sola bestia, en un energúmeno de doble vía: por delante y por detrás. Simio y civil, no se sabe cuál de sus dos apariencias es la más falsa, pues con ambas mata y delinque- masculló la Tortuga- y esta bestia, tiene dueño, no hay duda, porque no es salvaje por libre, sino porque su quehacer es demoler todo lo que tenga vida y que no se ponga al servicio, de aquel, a quien esta bestia sirve.
- Sí, pero lo que yo quiero decir, además, es que hay un animal principal, que los domina a ellos dos- explicó Palmerolo-pero a ese y su séquito, les tocó enfrentarlo a Puerco Espín, Gato y Cusuco.
- Indefensos dimos de tope con la bestia. En la medida que caminábamos, por instantes, oíamos sus alaridos brutales, luego escuchábamos especies de cantos de sirenas, unas nos producían terror, otras nos bajaban sueño, como si una telaraña nos lamiera los ojos-narró el Ocelote.
- En ese momento sentí que de las ondas invisibles del aire, aparecieron como látigo media docena de lenguas, de unas chachalacas de cuellos doctorales que por ojos tenían monedas con la efigie de un marrano, que estaba vivo en las monedas. Fue espantoso. Las lenguas eran como extremidades de pulpos, que me apresaron por las patas y del cuello, apretándome como para hacerme perder el sentido y reducirme a un cadáver- describió un tanto sofocado, Palmerolo- Y casi lo logran en un primer intento, de no ser que me quedó libre el viril y les di con él en las lenguas, lo que al parecer no les ofendía, pero me liberaron, porque paladeaban sus lenguas con gran gozo y se regodeaban entre ellos.
- ¡Cuídate el viril, que al parecer les ha gustado! Le grité a Palmerolo-dice la Tortuga-cúbretelo que te lo cercenan y de esa manera habrán triunfado.
- Y de inmediato, no sólo recuperé mi juego, sino que escondí mi viril y me puse en alerta con las coces en la geta, mientras ocelote les arañaba los ojos, que ellos protegieron a toda costa, porque su vida, depende del marrano que está en el corazón de la moneda que les sirve de retina.”¡Tetetóntetetóntetetón! gritaban al esfumarse en el aire.
- Y el aire se convirtió en un torbellino de mierda proveniente del pecho del gorila que había entrado en cólera. Y golpeaba y golpeaba. Y aquello era como el golpe de mil toletes en manos de policías ciegos, el veneno de mil bombas lacrimógenas inyectadas en los pulmones del pueblo, o la asfixia producida por cien tanquetas haciendo erupción de gas mostaza machacando y matando lentamente - describió el Ocelote. Pero entre toda este marasmo de vicisitudes, sucedía otros eventos: De entre la hojarasca salían multitudes de bichos hambrientos a comer de los restos de dejaba el Gorila. Pero no era gratuito, tenían que entregar una parte de ellos, se arrancaban pedacitos de sí mismos y ansiosos, compraban aquel despojo, los bichos que hacían la venta a la sombra del gran Gorila, les gritaban “rápido, rápido, que estas comidas son rápidas”. Y ellos actuaban como autómatas y se hartaban con gran gozo “barato, barato, barato, bueno, bonito y barato” gritaba la muchedumbre.
- Y cuando no se le vendía toda la comida rápida, el gorila sollozaba y las lágrimas se le rodaban por su frondoso pelambre. Y sucedía, algo: al caerle las lágrimas en las extremidades inferiores, la bestia cojeaba “¡Tiene las patas de barro, la bestia tiene las patas de barro!” Grité yo a todos los vientos. Aquella fue como una iluminación- se regocijó al narrar, el Ocelote.
- Pensamos que seríamos exterminados, pero en la desesperación, Palmerolo lanzó un rebuzno profundo. Y algo sucedió, porque del cielo, del suelo y de todos los puntos provino un aire que a nosotros nos reanimó, mientras que al gorila lo hacía entrar en mayor cólera, pero a la vez en confusión, y lo obligó a contraerse a manera de un abanico del mal, o de una culebra venenosa, que se enrosca, lista para atacar, pero más atenta a sobrevivir ella misma-expuso la Tortuga.
- En torno al gran gorila sobrevolaban insectos venenosos, para protegerlo, especie de una aviación infernal que le salía de las orejas. Y de las garras de sus patas, brotaban unos arácnidos, semejantes a los pendejos, que tontos y alocados iban y venían, casi haciendo temblar la tierra, para provocar miedo en nosotros; pero la tortuga comenzó a cantar: “nos tienen miedo porque no tenemos medo…van para atrás, son…” y entonces hubo un coro que se produjo entre todos, y ellos comenzaron a retroceder- narró, esta vez muy optimista el Ocelote- después la Tortuga nos contó que no fue ella, que ella sólo repetía una música bella proveniente del viento exterior que era benigno. Y fue increíble como todos nos vimos cantando y llenamos de aire nuestros pulmones y de grandeza nuestras renovadas energías.
- El Gorila se movía con gran sigilo. Y mientras una cara decía “Tenemos diputados, el Congreso es el que manda. Este Golpe es del Congreso, de mis diputados, de sus diputados. Los diputados son los héroes de este golpe, es de ellos, de ellos, yo sólo soy su gran jerarca” La otra cara decía al mismo tiempo “Presupuesto, francachela, presupuesto, mío soy o, mía la policía, si nos hay presupuesto nos hay negocio, francachela, presupuesto, presupuesto. Yo, yo, yo , yo soy fiel, ultra-fiel ”- narró la Tortuga, agregando- Fue cuando lo vi detenidamente. Y es que en lugar de vellosidad en su cuero, lo que tenía era una masa de parásitos que se movían permanentemente, a manera de chinches picudas, no succionándole la sangre, sino haciéndoles cosquillas y untándole baba, para mantenerlo activo.
- Nosotros nos habíamos estado moviendo y poniéndonos a salvo, procurando siempre estar juntos y protegiéndonos entre sí haciéndonos grandes esfuerzos, y al surgir aquel canto nos sentimos aliviado, tranquilos, con un mejor recurso para defendernos-aseveró el Ocelote-porque aquel lugar era como una especie de gelatina, no tan blanda para hundirse, pero sí movediza, que nos empujaba a caer en las fauces de la bestia, como una ola o un lento remolino.
- Y más allá, en lo alto, escuchamos que la Lora gritaba ¡VISA, VISA, VISA! Era como una señal benigna de algo se rompía en aquel malévolo cielo falso hecho de tinte venenos, y tanto ella como el Águila, estaban retomando vuelo con seguridad- aseveró, optimista la Tortuga.
- Sí, había más luz y el ambiente se ponía menos lúgubre. Y la bruja caía. Ella y su socia ya no podían volar, perdían capacidades. El problema era que se agrupaban a atacar, que es una forma de decir, cuando lo que querían era chupar la sangre de Palmerolo. Cuando cayeron a tierra, otras fieras, como ellas las esperaban y comenzaron a hacer una celada de poder en torno al gran Gorila. Y sus ataques eran mortales, furibundos, poderosos. Y la bestia retomaba fuerzas. Sólo nos quedaba esperar que la Lora y el Águila encontraran algún tipo de respuesta. Esta esperanza, nos hacía resistir- contó un tanto fatigado Palmerolo, pero optimista.
- Pero debemos reconocerlo, hubo un momento en que nos sentimos como en un laberinto sin salida, de no ser que por nuestra sinceridad, nuevas energías se movían en nuestro favor, y nuestras resistencias se acrecentaba; hay un milagro interior que se hacía sentir, pese a la adversidad-reflexionó la Tortuga.
- Yo, en un momento dudé si la bestia de doble faz, era de verdad, o sólo se trataba de un monigote creado, a manera de monumento por aquel tumulto de parásitos, que a lo mejor, no sólo componían su pie, sino que le conformaban todo el ser-manifestó el Ocelote- ahora, ya no lo dudo, es así, los diputados, como él le decía a aquellas chinches, que tiraban de manera permanente baba y un hedor insoportable, en los que cambiaban de colores y brillo, son la bestia, en suma. Porque la bestia está allí; no se crea de otra cosa, Poeta. Falta que ver acontecimientos.




Tres.

-Para nosotros tampoco fue fácil, unos inexpertos y pequeñitos seres, explorando en lo desconocido y de bruces fuimos a dar con una apestosa rata, que no se sabíamos si estaba viva, o era un mascarón de lata, de chapa, de óxido, pues hacía se desempeñaba como una especie de hospedero, en cuyos lomos tiene la madriguera el Zancudo Asesino, del que provine todo mal. Sólo que la lata al abrir su tapa, es hiriente, venenosa, pero de buen gusto para el oprobioso Zancudo, que reina más allá de estos territorios y su reino es temerario, pues pertenece a la oscuridad-elucidó temeroso el Cusuco
-La rata es parte de un séquito numeroso a manera de cruentos abogados, prelados, hechiceros y embaucadores, porque el Zancudo tiene el don de invisibilidad, para ser el dios de esta infernal condición de poder destructivo, en el que el dengue hemorrágico, puede ser uno de sus males menores. Esta siempre rodeado de serviles, no la rata, sino el Zancudo- dijo el Puerco Espín, escupiendo-no tengo la capacidad de envenenarlo, sí él acercara su aguijón es capaz de matarme cien veces, sólo con su proximidad.
-Un escorpión con bigotes y anteojos, que simulaba silbar como pájaro y que sus tenazas eran alas, tanto que parecía búho, sin serlo, porque es rojo venenoso- se alborotó al decir el Gato-le sirve de secretario, asociado con dos bichos malosos más y una jauría de abismales seres que tienen el díndón del galimatías, del avieso decir y la mentira veloz que se pega como sarna en los ojos y en los oídos y matan para siempre todo indicio de conciencia. ¡Es terrible! Hemos estado cerquísima de la gran bestialidad y asediados por los miasmas de su estercolero, que ha creado para sí y su bestiario.
- Y dos cerdos mimomachos, junto con el alacrán rojo que parece búho, pero que no lo es, le sirven de mediadores- exageró el Cusuco- que se muerden uno a otros las nalgas , para maldecir, escupir o fingir, desde un poder, que es una extensión entre cerdo, alacrán y rata, que entre los tres se comparten. Uno verde y otro azul, en una misma mescolanza hipócrita que a simple vista es difícil distinguir quién es quién.
-Con capacidad de meterse entre la hojarasca de la ribera del río y consultar a muchos a otros pariguales en las sombras y salir rejuvenecidos de aspecto y mientes. Es lo peor. Son expertos en argumentos necios y por más tontos; para ellos, geniales, por supuesto-enjuició el Puerco Espín-pero lo peor, es que comen de su propia boñiga, se alimentan unos a otros, no por hambre, sino por la necesidad que tienen de disimular la hipocresía que se guardan entre ellos. Son un asco, pero así van juntitos, su papel es despertar desperdicios de entre el humus y hacer brotar hongos en abundancia de los que se alimentan otros bichos menores, que ellos a su vez, se comen.
-La rata aparecía y desaparecía a capricho del zancudo dueño de todos los males, pelaba los dientes y atacaba. La rata es iracunda pero sabe sonreír al decir su ira, lo cual complace al zancudo, porque el zancudo ve en el cinismo, la mejor cualidad para calificar la inteligencia-contó el Cusuco-¡estos seres, son tan peligrosos, porque donde menos uno cree, se aparecen, y hasta con aspecto y sonrisas ajenas! Y sus viscosidades, son de muerte ¡Cuidado una mordida, o una picada!
-Allí caímos nosotros. Y se nos armó un juicio de guerra. Todas aquellas bestias juntas nos condenaron a muerte, no mirando que ya lo estábamos. ¡Serán muertos! Dijeron, y en la carroña de sus cadáveres procreará el zancudo y toda su especie. Esa fue la condena dictada y comenzaron a escupir toda especie de venenos y perseguirnos por entre la maleza. “Esta es una sustitución presidencial, no es otra cosa” decían “y quien no lo quiera, que muera”- casi se agitaba, al narrar el Gato-“ni pacto, ni San José, que nosotros sólo pactamos con el diablo” gritaban. Y hacían ronda en torno a la rata y el Zancudo, que felices, los besaban y los besaban con una exaltación que les hacía vibrar todos sus primitivos instintos hasta sentirse complacidos al colmo del éxtasis.
-Y se armó un torbellino de persecución en contra nuestra. Un barullo que hacía estremecerse el barro y los matorrales de aquel lugar. Y el aire se ponía irrespirable. De sus bocas salían chillidos tremendos como imanes de mentiras. Querían desgarrarnos sólo haciendo uso de sus chirridos oprobiosos e hirientes. Queríamos taparnos nuestros oídos, pero no podíamos en la prisa por huir y ponernos a salvo. Ellos procuraban pegársenos a la piel como especie de atarrayas de humo azuloso, verdoso y rojizo. Medusas violentas eran sus voces que nos gritaban mentiras, odios, oprobios y miseria, como para desmoralizarnos y que nos entregáramos a sus deseos y fuéramos pasto de las miserias del zancudo- contó el Puerco Espín, no con menos horror, como si en ese mismo momento lo siguiera viviendo- De hecho, huir, no era la salida, así que nos movíamos entorno a ellos, y les enfrentamos con nuestros modestos recursos de almas desarmadas, de pies a cabeza , así como de conciencias, pacíficas en todos nuestros procederes.
-Ellos tienen apariencia de aplomo, y de no perder su estatura de arrogancia, ya juntos con su jauría, son unos salvajes cazadores, que matan por instinto y por placer-describió El Gato- hacían exposiciones doctorales como convocando fantasmas que se les parecen y de los que aseguran obtendrán todo el veneno que sea necesario, hasta habernos exterminado a nosotros, que por ser mestizos e indios, se nos discrimina como una estirpe exótica, en cuanto que nuestra pobreza sólo les es útil, si contamos con fuerzas para vendérselas; y les somos una amenaza, sí nuestro intento es defender nuestras vidas y la vida del sentido social, de que aquí, todos deberemos ser felices, libres y sin aplastarnos unos a otros.
-Sí, gritaba el zancudo. “Yo traje la contra, yo armé los escuadrones de la muerte, yo goberné con el general de la muerte, yo llené de dieron mis cuentas en Suiza, yo, yo, yo el gran invisible. Yo y nadie más que yo. Y no vendrán ahora unos pinches mestizos a querer terminar con la gloria de mi poder” Y ante aquellas palabras temblábamos nosotros y se tendían hasta los matorrales. Entonces sentimos por primera vez que era la muerte, y porqué a uno de nosotros, las hordas del mal, antes de asesinarlo lo habían torturado…aquella voz, aquel filo infernal haciéndonos mella en los oídos ¡Aparentemente no teníamos salida!- casi gritó al expresar esto el Cusuco.
-Nosotros veíamos, cada vez más distante la posibilidad de salir con vida de allí. Aunque fuéramos teniendo claro el panorama y las causas de la situación en la cual estábamos, sujetos a inmensos riesgos-resopló con ahínco, el Puerco Espín- por momentos sentíamos que la tierra se cuarteaba y un terremoto lo conmovía todo y estaba a punto de convertirnos en miseria, menos que nada, hundidos en aquellas miasma de corrupción…salir de esta, no es nada fácil, Poeta, para nada, eso hace más grande nuestra resistencia, en la medida de que vamos entendiendo mejor el enredo de este ovillo.
(Fin del Capítulo III)

Palmerolo y los Naguales. Fin capítulo II

Capítulo II
Tres
Palmerolo sintió el ímpetu de hacer un rebuzno prolongado, propio de su instinto de macar las horas con puntualidad, y justo al hacerlo, se produjo un leve movimiento de tierra, a manera de alfombra que se desliza al contacto del paso suave de un borrico. Y bajo sus cascos, apareció un sendero que, al iniciar a caminarlo abrió una nueva parcela insospechada de aquel mundo donde se encontraban, ya un poco más a su gusto, pero a la vez, todavía repletos de incertidumbre: Palmerolo se quedó expectante ante un espectáculo singular, viendo como se abría ruta un río caudaloso, que aparecía de pronto y franqueaba el límite de aquel frondoso paraje que ya los tenía tentados y que ellos veían como el mundo más próximo a conseguir. Ya que pensaron que sería asunto de dar unos pasos y verse dentro de un paraíso.
Hasta hacia unos momentos todo parecía estar al alcance de la mano; aparentemente, pues la verdad, el contacto había sido óptico, sólo visual y la proximidad no era tanta, sino conforme a los caprichos de la luz que llegó a sus ojos, ya que si se le podía observar con amplio panorama, significaba no estar del todo tan cerca. En realidad estaba próximo, en lo relativo a que estaba allí, ante sus ojos y se había convertido en una tentación, un anhelo; sólo que había que llegar hasta él haciendo una corta jornada, que de pronto, se veía franqueada por un impetuoso río. Un río que ya se había instalado con todos sus acordes y la orquesta variada de flora y fauna que le hacen cortesía. El umbral de aquel paraíso venía a ser ahora ese río y sus riberas, como si se tratara de un escenario que sólo había estado dormido, y que al abrir el telón de la iniciativa de ir hacia el paraje pletórico, reciente; recuperaba la magnitud de puerta de entrada, de foso de castillo, sólo que sin aparente puente levadizo por donde superarlo.
El afluente era dinámico en todos sus aspectos. Las aguas surcaban por un cauce que sumaba despeñaderos de provocadoras caídas majestuosas en la que el agua se descolgaba hendida por crispadas y brillantes rocas, en cuyo choque se producían efectos musicales, ruptura de cristales que pulverizados se insertaban en la luz solar y hacían caracoles rápidos y fugaces, que se integraban a diversidad de arcoíris caprichosos a manera de galaxias pequeñísimas. Una bruma permanente baña las orillas en las que descollan virtuosos helechos con formaciones palmáceas sugestivas, igualmente lianas, florecillas y matones de juncos y tules, que igual sus raíces sirven de madrigueras a ranas, salamandras y arácnidos, como sus tallos, a diversidad de insectos en permanente actividad de vuelos cortos, saltos y apareamientos. Las verdecidas luces de los líquenes y las esporas son parte de la explosión majestuosa de aquellas caídas, cortinas y broqueles de aparatosidades barrocas.
Igualmente el río, como melena caprichosa de una mujer tendida en el pasto para ser acariciada por el día soleado, se convierte en rápidos laberínticos seguidos de adormecidas posas, algunas habitadas sólo por el ojo de un remolino y otras plenas de peces perezosos disimulados en las rocas, sólo a la espera de hacer presa de los descuidados pececillos más pequeños. Y en leves accidentes, a los márgenes, cercanos a los grandes bancos de arenas y grava, juguetonas chorreras, movidas por abundantes camarones y cangrejos, que cavan sin cesar alimentándose de los huevecillos y larvas de la vida que plena fluye por aquel platillo siempre dispuesto a tan rotundos comensales.
El agua es un confín de contrastes para una sola armonía, no obstante la abundancia hacia de aquella diversidad una muralla de sorprendente peligros.
El tema era pasar, ir al otro lado donde fascinante guarda el bello paraje; pero el río en sus orillas es reguardado por iguanas, lagartos y más de una serpiente oportunistas en busca de sapos o peces dormilones; con suerte, hasta enfrentar a un roedor u otro descuidado a animalejo igualmente sagaz. Y por qué no, una comida más ostentosa, como un borrico casual para las anacondas que se tendían perezosas a las orillas, tentando a los lagartos.
Palmerolo se desplazaba al margen de aquel río con la luz de los naguales en sus ojos y la alerta en las patas para reaccionar ante cualquier imprevisto, porque no había venido hasta allí para ser víctima de ningún accidente, mucho menos para convertirse en bocado de una fiera.
-Es natural que esto sea así, es un lugar desconocido-iba diciendo la Lora- Ya sabemos, cada historia tiene sus torsiones y contorsiones ¿quién iba a pensar que había aquí un río celando estos parajes? Verde, todo verde y de pronto aparecen nuevos colores hasta en mi plumaje.
-¿No ves que es parte de la disposición de la naturaleza?- refunfuño como siempre el Puerco Espín- lo bueno es que aquí hay lombrices y gusanitos sabrosos para engullir ¡Ya estoy alegre! Me gusta el lugarcito. Si me mordiera a mí una fiera de estas se vería obligada a escupirme. jijijiji, es que soy venenoso.
-A mí- dijo el gato- este ambiente me hace ver que no serán pocas las dificultades que encontremos. Y pienso en el origen de todo, como para no volver al viejo cauce que nos provocó esta ruina. Estoy aquí, pero no me abandona lo que le pasa a la gente allá donde antes fuera mi realidad. Pienso en el golpe del que provino nuestra muerte y que los ricos ya lo sabían. Pienso en las desgracias, no como una condena, sino para llevar la patria por un nuevo cauce. Y es entonces cuando se me afirma la convicción de que debemos atravesar este río, porque no hay duda: al otro lado debe haber respuestas, donde haya justicia, bien y paz para la gente. Toda, sin excepciones. Que no haya sorpresas de peligros y hostilidades, que no nos lleven a cosechar la esperanza que abrigamos en el corazón.
-Sí- asintió Palmerolo- en tan poco tiempo me ha tocado vivir la vida con tanta intensidad, y a ustedes, hasta el grado de perderla. Yo debo conservar la mía y dejarme llevar, para conocer por anticipado la patria buena que fundará mi pueblo.
-¿Y eso cómo lo sabes? –se sorprendió la Lora.
-No sé, algo me lo dijo en mi interior y lo he compartido con ustedes-hizo un breve silencio-No olviden que a mí me llegan de lejos las voces de mi pueblo, su poesía, su canto, sus conversaciones. Se producen en mí como ecos de las montañas. Y van en aumento, en la medida de que el pueblo lucha.
-Tenemos la luz, pero no tenemos la vida-dijo el Ocelote-Sólo te tenemos a vos por vida, Palmerolo, pero tienes que llevarnos al otro lado, allá tendremos vida. Eso lo podemos leer en tus ojos.
-¿Volveremos a nacer?- interrogó emocionado el Cusuco, casi saltando.
-Resucitar es mejor que nacer- pilló el Águila-al resucitar tendremos vida y conservaremos la luz. Y vos podrás ser a tu antojo: Águila, Lora, Tortuga. Y yo: Cusuco o lo que quiera, podré igual volar que nadar. Eso es el paraíso, eso es resucitar.
-Nuestra luz tiene que ir por sobre el umbral del espejismo de la muerte. Del crimen. Del asalto- añadió el Cusuco.
-La dramática fuerza de la muerte, de los medios de radio, prensa y la televisión, que son el alma, la visión, la oscuridad, el detrás de la cámara y del micrófono, de la negociación turbia y el enriquecimiento por fraude y la idea esencial del crimen. No olviden lo que nos mató. Eso es lo que tenemos que superar-dijo el Gato
-Porque la acciones del demonio no sólo dependen de sí mismo. Su expresión bestial en esta tierra lastimosamente tiene los mismos huesos de los dioses del dinero- dijo de sopetón el Puerco Espín- Mirémoslo claro, pongámosle alas y expongámoslo a que todos lo vean. El demonio tiene micrófonos y tinteros.
-¡Guat! Me asustás con tu catarata de palabras- se estremeció al decir, el Cusuco- pero tenés razón, en nuestro camino, no podemos obviar, las causas del mal.
-La palabra posibilita caminos- le sentenció el Puerco Espín-yo no quiero asustarte, lo que pasa es que no puedo callar mi verdad. Hoy que somos luz no la podemos callar, porque diciendo la verdad de todos, construiremos la verdad para que no haya más un mundo de mentiras porque la verdad se calla…la verdad se hace de la suma de verdad que le vamos agregando cada uno con honestidad.
-La palabra puede ser luz, o umbral de muerte-se dejó oír de la Lora con una voz un tanto apagada-que bueno que somos Naguales, que no somos cadáveres. Es lo bueno de haber luchado por el bien, que uno tiene otra oportunidad, que no tienen, los que se entregan a la oscuridad.
-Es cierto todo lo que dicen-Rebuznó Palmerolo-pero yo quiero entender cómo es que vamos a cruzar este río, que si se han dado cuenta, en la medida que lo evitamos, pareciera que se fuera haciendo más grande…bueno, no sé, miro cambios… pero a decir verdad, me preocupa que llegue la noche.
Y al decir esto pudieron todos asomarse a la orilla del río donde se formaba una breve ensenada libre de bichos y con agua clara y mansa, donde Palmerolo pudo beber a su gusto y luego resoplar para hacer ver que le agradaba. Y el río se dejó tomar y hubo como una variación en la música del ambiente y la selva pareció hasta acercarse un poco más.
-La historia es una sucesión de tiempo, palabras y poderes acumulados. Tenemos que empeñarnos en vencer este río-clamó el Ocelote-si se dan cuenta, él sabe que a eso hemos venido.
-Sí pero si nos acercamos una de las fieras que lo cuidan pueden dar cuenta de los huesos y el pellejo de Palmerolo ¿Cómo atravesarlo sin correr riesgos?- agregó el Gato
- Con el miedo seguimos arrastrando los mismos fantasmas. Es cierto, los poderes de la muerte tienen hoy bajo su voluntad a la patria, como asustados nos tiene a nosotros este río-dijo el Puerco Espín mientras procuraba aplastar una multitud de arañas que se le cruzaban entre las patas, sin lograrlo y ellas sin determinarlo.
-Aquí tenemos que hacer un alto y tomar una decisión- les propuso el Águila- Miren, yo volaré alto, lo más alto posible de tal manera que pueda divisar el panorama, verlo y estudiarlo bien, así entre todos podremos contar con un mapa, una idea, una forma concreta, que nos permita diseñar una estrategia para ir al otro lado. Hacer el mapa de nuestra travesía.
-¿Será que este río es malvado que no nos deja pasar?- preguntó el Cusuco-Me gusta lo del mapa. Pero no creo que lo pueda hacer solamente el Águila.
-No, -dijo la Tortuga, que hasta aquel momento había permanecido callada- el río fluye, simplemente, fluye, y no hay que verlo por aparte del paraje que buscamos. Y desde el momento en que estamos aquí, no nos veamos a nosotros por aparte del paraje. Ya somos parte de él ¡El asunto es como llegar a donde queremos y no quedarnos aquí como simple alimento del río y de sus bichos!
-Sí, -asintió el Puerco Espín-antes de que el Águila vuele alto a decirnos todo el panorama, pelemos los ojos nosotros aquí. Atentos y miremos el panorama desde donde estamos, tal como estamos, y viendo lo que somos dentro de esta realidad.
-Y además, no miremos al río sólo como agua. La vida del río es todo él- agregó la Tortuga-No miremos sólo agua donde existe un universo entero.
-Sí. Eso, es - confirmó para sí mismo el Cusuco- al río tampoco podemos verlo por fuera del paraje. Así, al subir el Águila tendremos las dos caras de este panorama, de abajo, de arriba.
-Tendremos algo importante que dialogar. Y haremos un mapa; nada perfecto, por supuesto, pero un mapa sirve para perfeccionarlo en el camino. Eso quiere decir, que él es principio del camino. Ahora ya estoy entendiendo mejor en lo que me he metido- expresó de manera segura y muy complacida, Palmerolo.
-Y así podremos verlo desde adentro y en toda su magnitud-se relamió el Gato sus bigotes.
-Ese ya será un gran recurso a nuestro favor- gozó Palmerolo, al ver que ya avanzaban, y que con sólo decir eso, el río parecía achicarse un poco y hasta ser menos peligroso- ¡Un recurso a favor, es un medio de dominio!-concluyó.
-¡Vamos haciendo soberanía!-se burló la Lora- Ahora ya hasta tengo nuevos colores en mi plumaje.
-Pues no te burles, porque es verdad-le rezongó el Gato que se le había encaramado muy confianzudo, en los lomillos a Palmerolo.
-Comunicación, tecnología, negocio, mercado, poder, ha sido la pérdida de nuestra soberanía, la pérdida de nuestras vidas, por eso es que hay golpe, por eso es que nos han matado- sentenció con gran pesar la Tortuga-Y este río, puede parecerse mucho al gran poder en contra nuestro, si no aprendemos a verlo bien, para poder atravesarlo e ir al otro lado.
-¡Es un recurso, que como puede ser a favor, puede no serlo! Eso es cierto-convino el Cusuco.
-Un medio de dominio o de dominarnos-calculó el Puerco espín- si no abrimos bien los ojos, nosotros mismos nos metemos en la trampa.
-La luz es una gran ciudad. La sombra es una muralla. Miren que sin todavía haber volado, nuestra luz nos hace estar viendo el panorama ¿Estoy más pensadora que nunca? ¡Una Águila filosófica!
-Y el río, se está poniendo menos bravo- les informó Palmerolo- ¡Qué cosa! tengo la sensación de que la oscuridad guarda apariencia de luz, mientras logra anularnos totalmente.
Y todos vieron que sí, que el río seguía allí, tal como cual en su magnitud, pero que ellos estaban aprendiendo a verlo con otros ojos, como si ellos crecieran, pero el río no, aunque tampoco abrevara su caudal.
-La palabra es una tranca o puede ser una puerta que se abre, para entrar, salir, ir y venir. Y renovar la luz de los ojos- volvió a hablar Palmerolo.
Sin darse cuenta, en la medida de que iban hablando había cambiado la dirección y en lugar de ir río abajo, se había venido río arriba, por momentos giraban en dirección contraria y de inmediato regresaban a la inversa, como fabricando un laberinto de indecisión y duda.
-Debemos caminar para que no se agote la luz. Para encontrarnos con otros naguales, tal vez. Crecer en la luz y que Palmerolo llegue a donde debe llegar-dijo el gato desesperándose.
-Vamos caminando para romper con el desarraigo y echar raíces de pertenencia, allá, del otro lado del río. El asunto es llegar. Por eso es tiempo de que vuele el Águila- dijo la Tortuga.
Cuando la Tortuga terminó de hablar, se dejó escuchar de la distancia un canto por ellos ya conocido:

Bbrrrrr, linnnnrrriiiin beeeerrrrr, neeeennnnjjjjjrrrrrr
Gaaaannnnguuumeeee, gggrrrrrrr, reeeennnnnggggrrrrr
Ggggrrrriiiiinnnnngggggrrrrraaaaannnnvvvvviiiisssssaaaannnnn
-¡Es la rana!-gritó feliz la Lora- es la rana que nos manda una buena señal. Pareciera, como si nos esperara del otro lado.
-Respiremos un poco y entendamos esto,-les sugirió Palmerolo- Yo sugiero, que mientras el Águila vuela alto, nosotros organicemos una exploración real de este lugar. Se nos va a venir la noche encima, y en la oscuridad, cualquiera de estas fieras dará cuenta de mí.
-¿Qué tal si la Lora y el Águila hacen un equipo; Puerco Espín, Gato y Cusuco hacen otro; Palmerolo, Ocelote y yo, el tercero?- propuso la tortuga.
-Yo sólo puedo volar bajo, pero soy detallista- les recordó la Lora
-Yo volaré alto y las dos juntaremos los detalles del panorama- se alegró ya agitando las alas el Águila.
-No tan a prisa, -las conminó la Tortuga- démonos una hora. En una hora nos juntamos en este mismo lugar y cada equipo traerá lo suyo.
Se pusieron de acuerdo y se dividieron el territorio y el criterio de avizorar lo que fuera útil, práctico y coherente con lo que quería lograr sin perder nada de lo de ellos. Tomaron rumbo y fue como si los dominios ya allí establecido lo absorbieran todo con su estruendo majestuoso selvático y absoluto.
-Tenemos que derribar las barreras feudales que no nos permiten hacer nación, tener patria, caminar con libertad y vivir bajo la amenaza del golpe- iba diciendo el Puerco Espín a manera de una memoria que no quería olvidar o que se extraviara en aquel portento digno de abandonarse a él, bajo el riesgo de sus sorpresas de depredación, miraba tantos bichos para comer, como si toda la comida chatarra se hubiera puesto en baratillo: saltaban lombrices, arañas y escorpiones, aquí y allá, listos para comerlos, pero él, no estaba allí para volverse sólo panza. Su misión requería de cerebro y lucidez, tanta comida casi de gratis, le podía volver borrosa la vista.
-Esta luz proclama la dignidad del pueblo. La identidad, la pertenencia y el sentido de ser una nación porque se ha construido con nuestra sangre de mártires, con la dignidad de resistir, con la creatividad de decidir y de fundar, con la fecundidad de resarcir una deuda por siglos acumulada- No paraba de decir su discurso la Tortuga en el otro equipo de exploradores, que asumían sus palabras como un ánimo en la intensidad de aquella marcha emprendida. Y a la vez gozaban de la terquedad de aquel animalito insignificante y paciente, que sin lugar a dudas, era más dueña del tiempo que todos ellos, por algo una figura de la eternidad maya, en cuya caparazón está contado por adelantado el mapa del tiempo en que reposa el universo, por inmenso que sea.
(Fin del Capítulo II)

Palmerolo y los Naguales. Capítulo II

Capítulo II

Uno.

Sí uno se empina y trata de ver el tope del horizonte le sirve para decidir el inicio del camino, tal como le tocó a Palmerolo aquella madrugada. La montaña es todavía una masa sin colores. El amanecer aún como una rueda que no alcanza a llegar. Pero los Naguales indican que es el momento de partir. Palmerolo sólo conoce el camino por donde lo han llevado de una aldea a otra, o hacia los desmontes desde donde le ha tocado acarrear leña, siendo arriado, no yendo por voluntad ni iniciativas propias. Y esta vez le toca tomar una decisión, marcar la ruta.
Rozna sin quererlo, y marca así una hora que se sale de su costumbre rutinaria. Hace varios resoplidos, levanta la cabeza. Y sin pretender demostrarse como un conocedor, inicia a caminar, sólo poniendo un casco delante del otro y tomando paso, sin prisa, pero definitivo: va hacia adelante. Toma la decisión de hacerlo como si se tratara de un jumento perdido, que no sabe nada del lugar aquel, y camina. Simplemente hace un argumento de pasos improvisados sobre un suelo que espera no lo traicione. Los Naguales, sin objeción, lo siguen.
Trata de no tener recuerdos, pero por instinto se dirige hacia un arroyuelo. Para las orejas como si quisiera oír las voces del agua que le sirvan de guía hacia ninguna parte y en ruta del camino definitivo que pretenden encontrar los naguales. La tortuga alimenta la fe y la armonía del grupo. Todos van contentos. Palmerolo es de su confianza. Fe y optimismo, buen paso y al camino.
En eso, se deja escuchar la voz más hermosa que Palmerolo nunca supo que existiera antes de aquel momento. Una voz que lo arrebató y lo sacó de toda duda. Millones de decibeles aumentaron el rumor del agua, que se quiebra contra los cuerpos de las rocas, se cura en el primor de los musgos y hace gimnasia entre las lianas. Es una gloria escuchar por primera vez la escala de las gotas que desde las hojas se precipitan, de ser simple rocío, para conformar un torrente. Y en aquel sentido de agua que baja, se escucha el retozo de una pareja de ranas que bañan y cantan, gozan y se remozan bajo las espumas y los cristales del agua tan transparente que a un espejo le sería imposible de falsear, a unos ojos de abarcar su totalidad y sólo al sol debe beberse en ella su luz con la sobriedad con que un abejorro roba y regala polen en un jardín. Pese a que no ha amanecido aún, aquel arroyuelo encausa una luz natural. Y nuestros amigos pueden disfrutar de aquel espectáculo.
Todos se quedaron inmóviles para no producir ni la mínima alteración de aquella sinfonía maravillosa. El Gato aprovechó para echarse sobre su propia cola, la Tortuga, el Puerco Espín y el Cusuco se refugiaron en su interior simulando ser unos pedruscos. El Ocelote cerró sus ojos y lamió dulcemente la brisa con un gesto felino. Sólo el Águila y la Lora quedaron suspendidas como dos luciérnagas gigantes por sobre las breñas del camino y un poco más atrás de los otros.
-¿Le tememos a esa rana, para seguir?- increpó el Gato
-¿No escuchas? Su canto es maravilloso ¿Por qué hemos de interrumpirla?-, ,reclamó Palmerolo. Y de mi parte, además estoy extrañado. Ya que conozco bien este lugar, pero no me parece el mismo de todos los días. Aquí vengo a beber agua, pero por primera vez no veo el agua turbia, ni flotando en ella las basuras, restos jabonosos, ni olfateo olores venenosos que el torrente suele arrastrar. Ahora es un arroyuelo cristalino. Esto es nuevo para mí.
-¿Estás seguro? – dijo el Puerco Espín
-¡Sí! Y apenas deje de cantar la rana, para no interrumpirla bajaré a tomar agua. Estoy segura que trae sales deliciosas que ya hasta las sospecho deslizarse en mi gaznate.
Todos observaban el bello paraje. Las aguas eran limpias y abundantes y corrían agitadas por una algarabía que removía los helechos y los musgos de las piedras. Las begonias y las cañas florecidas eran bañadas por la brizna que se eleva de la explosión de las pequeñas caídas de agua bulliciosa y fresca.
Se transparentaban caracolitos, cangrejos y peces haciendo laboriosas faenas de cuidado entre las areniscas. Intensos perfumes mantenían en actividad a melíferas libélulas y otros insectos.
Y entre las pocitas, diversos bichos reverberan, y la noche parecía en aquel lugar, un canasto de jazmines iluminado por la luna más intensa creíble.
Para los improvisados caminantes, ante todo, les daba gusto escuchar el canto de aquellas ranas:
Bbrrrrr, linnnnrrriiiin beeeerrrrr, neeeennnnjjjjjrrrrrr
Gaaaannnnguuumeeee, gggrrrrrrr, reeeennnnnggggrrrrr

Respondidos en la distancia, hacia arriba y hacia abajo de aquel puesto de chorrera del arroyuelo, que en si misma contenía diversos ecos.

-¿De qué estamos contagiados para que, estando muertos, sigamos en esta resistencia? ¿Y que tengamos la paciencia de respetar hasta el canto de unas ranas para proseguir nuestro camino? ¿O es que las ranas son venenosas y tememos que nos contagien al pasar cerca de ellas?-, refunfuñó el Cusuco.
-No hay prisa- dijo la Tortuga-, que todo esto sucede fuera del tiempo.
En eso, se dejaron escuchar nuevamente las ranas:
Nnnnuuuunnnnggggrrrrr, gggaaansssttttrrrrr ggggoooolll
Ppppiiiiissss ggggrrrrrr nnnneeeeeoooorrrrrrgggggrrrr

Y en un parpadear se hizo el amanecer. Hubo vuelo de colibríes y de mariposas. Y las ranas bañadas de cristales salieron a recibir e sol y se llenó de nuevos y más pomposos colores toda la estancia del arroyuelo. Muchas mariposas y flores eran el adorno de un amanecer insólito, nunca antes visto por los ojos de Palmerolo. Y habló la rana que parecía ser la anfitriona.

-Hace muchas aguas que he esperado esta luz ¡pasen! ¡Vengan a tomar sol con nosotras a este banco de arenas.

-¿Pero está loca? -dijo la Lora-¡Tendríamos que ser del tamaño de un grillo, una lagartija o una rana, para caber todos y holgados en ese banco de arenas!

Y eso fue lo que sucedió: Una luz los lanzó en un centellar reducidos al mismo tamaño de las ranas, a ser parte del gozo de quien los invitaba.

-Estamos contagiados de pueblo- , celebró la rana, dándoles la bienvenida. Y esa voz del agua que me colma es el reconocimiento de que estamos vivos. De otra manera, pero vivimos la energía y grandeza de las aspiraciones que un día tuvimos. Yo siempre quise ser un cuidador de los arroyos. Luchar contra los venenos, contra la minería y los venenos que matan a la madre tierra. Y fui un mártir como ustedes; a cambio, la vida me dio este regalo. Mi papel es ser un celador. Y los disfruto, con el costo y gozo de que aumento en la medida que no acaparo, sino que vivo.

-Es una verdadera delicia que vivas tu agua prometida- la alabó con cariño la Tortuga- , diste tu vida y vives en una resurrección anhelada por cualquiera que lleva en sí una utopía.

-Sí, pero estoy aquí, en el primer puesto, para alentar a los que hacen este camino…vayan, salten al agua si quieren. Tomen un baño. Pueden tomar alimentos del agua; que la madre tierra siempre es un mantel generoso, servido abundante, prodigioso.

-Miau- hizo el Gato y se enroscó en lo calientito de la arena y el sol que se le penetraba por los filamentos del bello- ¡Baño, no, miau!

Todos se dieron un chapuzón, menos el Gato y el Águila. La tortuga y la Lora comieron hojas de begonia, el Puerco Espín buscó raíces que mascar y tubérculos, la Lora subió a las parras cercanas a comer frutas maduras. Sólo el Águila, el Gato, el Ocelote y Palmerolo, no degustaron nada.

-Vamos a hacer esta travesía, porque estamos vivos en la luz que nos ha tomado. Y Palmerolo es nuestro guía-, comentó el Águila.
- Nosotros estamos vivos- agregó el Ocelote-como muertos en vida están los criminales contra los cuales vamos a luchar para que no haya más mártires. Que esta paz nuestra es la paz de la no violencia, que se activa en el amor y el compromiso de un pueblo que valora su dignidad…pero tenemos alguna prisa, por eso te lo explico así de rápido.
En aquel lugar eran tan pequeños como una rana, apenas un poquito más grandes que un pez o un racimo de zarcillas. Todo se había vuelto grande. Y el arroyo parecía un inmenso río. Entonces comprendieron que las dimensiones del mundo dependen de dónde se vean y por quienes sean vistas..
La Rana les cantó suavemente y les dijo que su canto era la protesta aprendida del agua a la que el mundo tiene tan vejada.
Sssshhhhhhhgggggrrrrrr nnnnniiiiiinnnnnngggggg
Tttoooonnnnntttttoooooossssss pppphhsssgggggrrrr
Cccrrrruuuuzzzzzzgggggrrrrrnnnnuuuuujjjjaaaasssss
Mmmuuuurrrrnnnnaaaannnnddduuuurrrrrrzzzzzaaaaa
Bbbbllllliiiiinnnnnddddaaaaannnnmmmuuueerrrtttttt

Y en la medida que cantaba, una diversidad de bichitos diminutos se les pegaban en el pellejo de todo el cuerpo a las ranas, eso les producía cosquillas y las hacían gozar: las limpiaban y se alimentaban de ellas y ellas renovaban su piel y avivaban en sus colores, en un mimetismo contagioso, que hasta daban ganas de ser ranas, sin duda por la mirada del Puerco Espín y del Cusuco, arrobados en aquella escena.

-Yo estoy aquí para cuidar el agua y toda su vida-, dijo, cuando la limpieza estaba terminada- Y la madre agua me devuelve el favor en delicias. Eso para mí y para todos. Debo decir. La única verdad de todo esto, es la madre tierra. Nuestro gozo es suyo, su plenitud es nuestra dicha.

La Lora se puso habladora y dijo desde lo alto de una zarza: Es que vivir lo que uno quiere, puede y encuentra, es tener participación en el bien, en el gozo, en no dañar, en participar, dándose-Picoteó una fruta y agregó: yo me alimento, pero propago la selva. Es lo que alcanzo a entender viendo que una rana goza, se baña, toma baños de sol y con eso mantiene pura lo que pureza debe de ser. Y hace que el agua fluya prometedora y muy impregnada de vida.
-¡Por la justicia llegamos al bien! ¿No sé cómo podría lograrlo yo, que tengo que cazar ratones?- se desenroscó para opinar brevemente el Gato.
-Nosotros hemos sido desterrados, enterrados, violentados. Que la justicia no sea desterrada, enterrada, saqueada. A eso es a lo que aspiro yo- dijo el Cusuco mientras luchaba por comerse una lombriz.
-Yo tengo que alimentarme como cazador, pero sólo cazo lo que me como. Y lo que cazo, lo comparto, es la ley de la selva, que es distinta a la barbarie de los que me cazaron a mí, asesinándome después de haber sido capturado. Me mataron por medio de la tortura. Eso todavía no lo he logrado borrar. Todavía conservo señales en mi cuerpo ¿Cómo entonces, si mi Nagual es un Ocelote, he de hacer el bien, cazando para vivir?
-Aprender será también una ganancia de este camino. Mira un ejemplo, el Águila, la Lora, o cualquiera de nosotros, que bien pudiéramos ser tu alimento. Yo, como tortuga, pudiera ser un bocadillo para el Águila, que es la única que sabe cómo sacarme de mi caparazón; sin embargo, ninguno de nosotros atenta contra los otros, eso significa que nuestros instintos son calmados por la esencia de algo más grande, más generoso…¡Ten paciencia, juntos vamos a aprender!
-Aquí he aprendido yo- sonrió la Rana- que la mayor suficiencia es la tolerancia. Y así me dejo guiar por lo que fluye generoso.
-Así lucha el Presidente MEL por su regreso, como una tortuga maya- dijo Palmerolo- Él sabe que este golpe lo ha convertido en el líder de nuevos tiempos. Pese a las adversidades, o a lo mejor, gracias a las adversidades…Yo creo en eso: que hay que aprender.
- Y la resistencia aguanta, así construye nación- exclamó el Águila- Me azuzan la alas por volar hacia ella. Es un asunto ético; aunque pareciera que es una debilidad, que la resistencia no ataca, no mata, no hiere. Pero su determinación es una fortaleza. Un vuelo de Águila.
-Cerremos los ojos. Tomemos el sol y hagámoslo penetrar hasta nuestro más profundo interior. Carguémonos como una ráfaga de viento, como un manantial de optimismo. Y toda la energía que acumulemos hagámosla llegar hasta la resistencia, para que sea contagiosa y cada vez más gentes, más seres bondadosos se sumen a ella, la nutran, la renueven y la acrecienten.
Y cerraron sus ojos y se convirtieron en diamantes. Una luz de fortaleza y plenitud, resistente a toda fuerza y presión. Y en un momento Palmerolo roznó. Y el roznido de aquel borrico del tamaño de un cangrejo joven, se pegó a la piel del arroyo, se encaramó a la neblina de las nubes, refrescó el aire y tomó ruta.
Y como un sólo pensamiento la luz lo pobló todo. Y cuando abrieron en algún momento sus ojos, ya eran de tamaño normal, y no estaban junto al arroyo, ni en compañía de la Rana, estaban de pie y golpeados por una fuerte racha de viento en las alturas de unos desfiladeros solitarios. Y apenas amanecía.
Y dijo la Lora:
-La democracia aquí no existe; si existe la nación, es este precipicio, que quien no gobierne bien sus pies, se las verá de nuevo con la muerte. Porque con estas rachas de viento, volar no podría ni el Águila.
-Permanezcamos serenos- dijo la tortuga
-Estos son nuestros terrenos, -dijeron los felinos.
Y el Ocelote y el Gato se juntaron uno al otro moviéndose por los filos de aquellas rocas como si caminaran por una alfombra.
-Aquí sería bueno desterrar a los golpistas-, dijo el Puerco Espín.
-Y ponerles una roca en la cabeza para que les sirva de balanza-, agregó con sorna el Cusuco.
-Aquí, tenemos que ayudarnos- dijo la Tortuga-, ¡de eso ocupémonos!
-Esto tiene más escollos como hacerle resistencia al golpe-dijo el Águila- tal vez si la Tortuga se dejara tomar por mí, a manera de contrapeso. Yo podría elevarme por los aires y divisar el panorama. Tomar horizonte y saber hacia dónde iremos.
-¡Con gusto! mientras no me sueltes.
Palmerolo, más que un burro, parecía una cabra con sus cuatro patas juntas en la punta de un arrecifito peñasco un tanto movedizo.
- Como quien hace un asalto en el circo ¡Salta, Palmerolo!- le dijo el Ocelote.
-¡Qué tal que abajo me esperen las fauces de un tigre, como en el circo? ¡O simplemente el filo de esas rocas que hasta grifas se ven desde acá!-le respondió el burro-. No, no quiero morir por imprudente.
-¡Salta! Que esa piedra está a punto de rodar y te llevará con ella-, fue diciéndole muy despacito el Gato.
- Si te aferras a esa roca en falso, para vos se acabará la vida Palmerolo y tu nación puede ser una mentira que no te ofrece más que ser víctima de un accidente. -Así que decide, Palmerolo- le previno la Lora.
-¡Estas parado en la pura mentira Palmerolo, está atento al viento, no respires, no roznes y salta!-Volvió a insistir el Ocelote.
-¡Agua!- exclamó, muy asustado Palmerolo y no tuvo ánimo ni de tirarse un pedo, pese a la desazón.
-¡No hagas fuerza, ni hables!-, insistió el Cusuco, que poco a poco se había ido moviendo hacia donde estaba Palmerolo. Y de cerca lo seguía el Puerco Espín.
-Ni la fuerza militar, ni las mentiras del criminal que se autonombró presidente me han hecho temblar, como tiemblo ahora-, dijo la Lora. Palmerolo puede morir.
-Si Palmerolo se nos muere, hasta aquí llegamos-, dijo la tortuga.
Entonces fue cuando el Águila voló y tomó de las crines a Palmerolo, para mantenerlo erecto. Igual hizo la lora que lo tomó de la cola. Ambas aleteaban en contra de un viento que hacía caracolas en ráfagas de tornados momentáneos. El Cusuco ya había llegado junto a la roca y la acuñaba. Saltaron también los felinos y el Puerco Espín casi de arrastras también se unió al equipo de salvamento.Y entre los cuatro suspendieron el peso de aquella roca, sumado el de Palmerolo.
-¿Y ahora qué?-, le dijeron todos en coro a la Tortuga, que, estupefacta, los observaba estirando el pescuezo y templando las patas, como una baletista casi a punto de desarticularse y ser nada más un glifo inamovible, en las aristas de aquellas rocas de vientos y escabrosidades de muerte.


Dos


Y la tortuga se dijo así misma: “La mentira, la saña y las falsas expectativas no pueden ir con nosotros, pero yo sin ser falsa, he dudado y mis amigos no” porque quedó admirada de la iniciativa de sus compañeros de auxiliar a Palmerolo en aquella situación casi absurda en que estaba colocado sobre una piedra falsa, a manera de piedra de sacrificios en la cima de una pirámide surgida de la nada; que es una manera de referirse a algo que aparentemente no existe, pero que de pronto nos sorprende en la vida, casi siempre para cambiarla de manera radical. Era aquella una situación inesperada, pero real y necesaria de resolver; era de esos momentos que uno no sabe que van a ocurrir y ocurren y aún estando en ellos, no se alcanza a tener explicación de la naturaleza de su origen, pero que sí fuerzan la urgencia de resolverlos bajo amenaza del más grande peligro, tanto que la vida pende de un hilo invisible, frágil.
Ella se había paralizado y por un momento dudó, si reír o gritar, al ver a Palmerolo en una actitud casi acrobática, de equilibrista al sostenerse en aquella situación no de circo, sino de la vida real-Inicialmente intentó decir algo, pero no le salió la voz, ni pudo moverse; se había llenado de terror ante la amenaza de que muriera el único vivo entre ellos; mientras que sus compañeros actuaron súbito, no lo dudaron, se impulsaron hacia adelante y llegaron definitivos junto a él, confiando en sí mismos que lo salvarían; quizá hasta sin saber cómo, pero fueron audaces, intrépidos, generosos. Y actuaron en equipo, como en una dinámica que ya había sido prevista, cuándo no era algo que se sucedía por la razón misma de sus capacidades individuales, o de contar con algún tipo de entrenamiento, sino un mero asunto de solidaridad con el que estaba en peligro. Mientras ella, estaba allí, paralizada, como una silueta tonta, bien un guijarro de tropiezo de aquel relieve rocoso, tirado por accidente y casi sin entender lo que los otros hacían; que sin saberlo, ya conformaban un conjunto maravilloso, una figura animal y pétrea, hasta digna de conservar como un artilugio cómico por un fanático de lo insólito: Se trataba de la monumental figura de un risco acuñado por un gato, un ocelote, un puerco espín y un cusuco. Sobre la piedra un burro, en la cabeza de este una águila agitando las alas, y en la cola una lora, igualmente agitando moviendo sus alas para suspenderse en vuelo.
La imagen, inmediatamente que tomó ese dinamismo, igualmente se rompió. Tras la actuación de los otros Naguales, por instinto, Palmerolo al sentirse auxiliado, no por ello seguro ¡saltó! Su reflejo y temerario irracional de cuadrúpedo, ejecutando un torpe salto, se lanzó con energía por sobre la roca y cayó, apenas rosando en la siguiente vértice rocosa y así fue de salto en salto, de un pedrusco a otro, movido por la inercia de su dinámica inicial que se aceleraba progresivamente tanto como iba saltando, tanto, que a su vez arrastró los cuerpos de luz de los Naguales, como una fuerza centrífuga que iba saltando en alocados movimientos de equilibrio y gracia ,y por momentos, ondeándose como una cometa de cola corta impulsada por un viento chocarrero, que casi lo llevaba a punto de caer en los precipicios, pero igualmente como barrilete juguetón, también de un coletazo, alcanzaba a reponerse a la altura necesaria para un nuevo impulso. Y así se le ve ir, abismos hacia abajo, como bajando por un sendero hecho nada más de aíre y enredado en laberinto sobre los entornos de las afiladas crestas.
Palmerolo no es un animal de trote abierto, es un borrico casi mostrenco, lerdo de movimientos, pero en las circunstancias por sobrevivir, la energía de su cuerpo se transformaba y lo hacía verse como una bala, un cometa, seguido por el haz de luz de los Naguales. Y así lo fue llevando su propio viento de apremio, cuesta abajo en aquel despeñadero donde no había trochas, muchos menos caminos definidos, sólo riscos y obstáculos que vencer. Precipicios. Algunos los saltaba, en otros rebotaba y en lugar de rotar, parecía imitar a un borracho que se impulsaba convertido en un bailarín o un acróbata de los aires más locos que nadie pueda imaginarse; eran aquellos como aires de muerte, que él, proceloso los navegaba, tanto que parecía una bola loca que rebotaba en cuerdas suspendidas del arco de la nada, una exageración proveniente desde los mismos pliegues de las nubes, o un alud con patas, cola y orejas ocurrido de aquellas crestas del viento. Pero sólo él sentía que era un burro amalgamado a la invisibilidad de los milagros que le permitían, seguir vivo y en avance, sin más sentido, que el de estar allí y poder sobrevivir.
Y fue viniendo laderas abajo y los Naguales con él, aunque él no sentía ser él mismo, si no un espíritu chocarrero yendo más allá de lo que se lo permitía su propio juelgo. Finalmente logró caer amontonado, como un bulto torpe al que le había dado por volar, aterrizando en una estrecha oquedad, a manera de reducida terraza en la falda de aquella montaña de rocas.
Y permaneció allí casi hundidos sus resuellos en la miseria del amontonamiento de un atolondrado cuerpo vuelto simple fardo de cuero, cascos y hocico abierto y lleno de tierra y babas gruesas, casi ligas de bilis, al límite que ya no parecía un burro, sino una pura dolama de cuerpo y una bola de pelos cubierta de polvo.
-Pero no está muerto, ni herido- se alegró al palparlo el Gato.
-Y de qué servirá, si nunca logrará levantarse de allí- dijo olisqueándolo el Puerco Espín.
-¡Vos siempre deprimido!- bufó el Cusuco-¡Está caído, pero se levantará y con más convicción, mira todo lo que ha vencido! ¡Ha vencido a la misma muerte!
-No tenemos prisa, esperaremos, cuál es la ansiedad, dejemos que fluya la vida-les sentenció la Tortuga.
De la caverna provenía una brisa mansa, fresca, que se caracoleaba en el cuerpo de Palmerolo y lo iba limpiando progresivamente del polvo. Y allí permanecieron lo que tarda el sol en caer desde el cenit y volver a teñir el oriente de colores acaramelados, casi hasta la media mañana siguiente.
Palmerolo había estado casi muerto, trincado contra aquella hornacina estrecha de las laderas; pero se sintiéndose acompañado y cargado de la Energía de sus compañeros de aventura. El Águila lo había estado refrescado con su movimiento de alas para aumentar los efectos del aire, y el resto de acompañantes se le pegaban al cuerpo para calentarlo y pasarle sus energías. El Cusuco y el Puerco Espín le daban aliento y le hacían cosquillas.
Él volvió a vivir, soñando, cuando la vez que un helicóptero lo subió por los aires. Que fue vendado y maniatado. Luego sintió que sólo era como un bulto de carne que era hatada a una red y lo llevaban hacía un punto de las montañas. Pero luego, en el sueño mismo, aquel viaje se convertía en una pesadilla, en que lo golpeaban con palos y lo hacían manteca y chicharrones para que comiera un burro que estaba junto a él, y que era él mismo; pero, burro, no come chicharrones, menos de burro, y en uno de esos rechazos que sintió por lo que le obligaban a comer, hizo un gran resuello, un resoplido que le renovó totalmente el aire de los pulmones.
Soñó: porque los burros sueñan, no sólo roncan como los cerdos, no se echan a engordar y a hacer gases oprobiosos, hedentinas y chillidos insoportables y con eso creerse los consentidos del corral; hasta que viene y son pasados por cuchillo. Sonó y gracias a esos sueños es que reaccionó e iba haciendo escaramuzas tratando de reponerse; vanos intentos al inicio y fuertes propósitos, posteriores, como sonámbulo intentando incorporarse.
Los Naguales se animaban y hablaban para que los escuchara. Y además, por lo que ya sabían, que todos los ecos que llegan a las orejas de Palmerolo, le llegan también a la resistencia para animarla en su conjunto de bienaventuranza invencible.
-Esta travesía nuestra es una caminata de luz. Nos sacaron de la vida, pero no podemos renunciar a la luz, por duro que sea entenderlo y llevarlo- oyó que decía la Tortuga a los demás. Entonces abrió los ojos, dio un resoplido y se paró de un estirón, pero volvió a caer de bruces: resopló, pujó, se dejó ir un pedo largo y monótono y así de una vez se repuso. Se afirmó con sus patas delanteras e hizo una sacudida y resopló fuerte esta vez. Se sacudió tres veces y rebuznó. Había amanecido para él, aunque ya el sol lo calentaba muy a gusto y con la fortaleza de un cercano medio día.
-Repasó las imágenes de sus compañeros presentes y hubiera querido saber sonreír para agradecerles, pero sólo alcanzó a bajar la cabeza, mover las orejas, resoplar y escardar con una pata delantera, en señal de gusto en ese momento de reencuentro.
Como si sólo eso hubiesen estado esperando, los Naguales se introdujeron a la caverna y Palmerolo los siguió de lo más natural, cojeando a penas, con paso sigiloso, pero seguro, se ocupaba de querer hacerlo bien, que no se dio cuenta que se iba sumergiendo en un circuito de sombras y oscuridad. Hasta que topó con que era el interior de aquel mundo, una estancia de muy pocos ruidos, de un oscuro tan intenso, que sólo alcanzaba a ver la sospecha de la nada sobre la que sin embargo caminaba, porque delante de él iban los Naguales, él los sentía, no los veía, ni veía su luz, pero confiaba en ellos, y ellos iban allí delante de él, como un presentimiento, una corazonada que iba delante y él, los seguía.
Escuchó chillidos y vuelos de murciélagos y sintió que pasaban veloces junto a él. Había un olor acre y sentía una humedad caliente por momentos y muy fresca, otros, y en la dirección de donde parecía provenir esa corriente fresca, parecía que se dirigían, como si esta los jalara como única orientación natural existente.
-¿Por qué luchamos siendo muertos, por la libertad de otros? ¿Por qué vamos en lugar de regresarnos?
-Porqué nuestros huesos no descansarán hasta que no exista la nación para ellos, una nación que los vuelva al polvo y que eso tenga sentido.
Se decían en la oscuridad los Naguales y la voz era como un destello, por eso no paraban de hablar, reír y vacilar mientras caminaba,
Por momentos había destellos como si las estalactitas y las estalagmitas parpadearan al paso de los visitantes, o como si la cuchilla de las alas de los murciélagos destellaran sus filos, para, al volar no se captados por nadie.
-¡Esta travesía nuestra es una aproximación de nación de huesos, de patria…construcción? ¡ja,ja,ja. Mucha teoría. Están locos! – Decía la Lora
Nos estamos metiendo en el fondo de una olla de teorías, hay sustancia- decía el Puerco Espín.
-Del fondo de la tierra que nos toque, de allí sacaremos la legitimidad, ja, ja,ja, ja -le respondía sonriendo el Cusuco, y agregaba- te imaginás que estando muerto nosotros, cuánto luchamos ¡cómo no van a luchar los vivos por darle sentido a sus huesos!
-Sólo el derecho a la libertad nos dignifica y nos faculta a que hagamos esto,-dijo la Tortuga, molesta de ver que agarraban como juego lo que hacían de manera seria-y la libertad, vale para vivos y muertos.
-¡Hay que reír un poco de nosotros, perdidos aquí!-replicó gozosa la Lora
- Sabemos qué queremos, pero no sabemos por dónde vamos- dijo el Ocelote.
-Pero la libertad es un recorrido que el pueblo ha emprendido, muy parecido a esto, entre la oscuridad; quizá guiados sólo por eso, por la oscuridad que representa una necesidad de luz: saber a dónde van, qué es lo que quieren, se sabrá cuando lleguemos- dijo el Águila
- Sí -dijo la Lora- este no es lugar para volar y yo ando aquí porque quiero volar- y se puso a reír.
-¡Ah, pues no vuelan los murciélagos!- le respondió el Puerco Espín, siempre irónico.
-Nosotros deberemos acompañar a Palmerolo que tiene que salir de ésta y nosotros con él- impuso la Tortuga
-¿A quién?- preguntó el Gato
-¡Al pueblo-dijo el Ocelote
-¡A Palmerolo, necios!- rezongó la Tortuga
-Ji, ji, ji, ji,- rió el gato- Es bonito ponerle pimienta a este camino para que Palmerolo no se aburra.
-Más bien, para que se desaburra- agregó la Lora
-Es que la alegría es el toque, la gracia, - Clamó el Gato-para no sentir el camino, por duro …
-Oscuro, no tanto duro-lo interrumpió la Tortuga
-Sí. La alegría es lucidez, gracia, estar bien aunque se esté jodido-masculló el Cusuco
-¡Alegres, no importa la adversidad! ¡O, alegres, para derrotar la adversidad-Cantó la Lora- ¡o, adversos a la adversidad!
-¿Yo me pregunto si cómo mártires deberemos guardar odio por aquellos que nos asesinaron? ¿O gozar de saber que son tan miserables, pero que a ellos también los liberará el pueblo a quien ellos niegan y reprimen?- Cantó con potente voz el Águila
Y al decir esto, una luz apareció de golpe a manera de gran puerta que se abrió y les mostró un terreno llano, un edén, la naturaleza en pleno con todos sus colores, sonidos, aleteos, aromas y formas dinámicas. De primera vista era un frontón de árboles de Carreto, que es el árbol símbolo maya.
Se pasmaron y como un saludo ante tanta belleza, dijo la Tortuga:
-Palmerolo caminará. Nosotros estaremos junto a él. Estos son los prados que a la vida hay que devolver para bien. En estos prados nos toca hacer a lo que hemos venido.
Se habían desplomado las paredes de la oscuridad y rompió la luz aquellas montañas, como lo hace con los párpados que despiertan cada mañana y rompen toda sobra interior.
-Esto es como un retorno a algo que no conocemos, pero que nos pertenece-rugió potente el Ocelote.
-El pueblo no sólo espera el retorno de lo viejo, sino su propio retorno a la felicidad de no dejarse, de no olvidarse, de no negarse y ser feliz- dijo, lenta, muy lentamente, Palmerolo. Y agregó -Yo tengo que aprender la ternura que manifiesta la Tortuga, para poder caminar por ese prado. Yo no estoy preparado para hacerlo.
-Todos deberemos aprenderlo de todos-Le respondió la Tortuga.
-¿Cuál es la señal por dónde emprenderemos el camino? ¿Hacia dónde vamos?- Preguntó el Puerco Espín
-Vamos hacia el inicio del camino-le dijo la Tortuga mirándolo profundamente, como para calmarle su permanente inconformidad.
Ante ellos se abría una alta empalizada colmada de lianas, helechos, algas, líquenes y bejucos que iban en todas direcciones. Hongos, malvas, lirios y flores daban un espesor de color y aromas a aquel sitio, bañado por una breve niebla traspasada como una cortina por los rayos de un todavía matutino, como si el tiempo fuera un juego de dados manejados por el capricho de cubiletes alocados.
Luz y vuelos, colores y movimientos y música de piidos, chirridos, acordes y precipitaciones de cataratas, era la levedad que volvía aquel lugar un ensueño.
-¿Deberemos regresar a nuestro dolor inicial?- rió -¿O meternos a ese paraje maravilloso?
-¡No! Deberemos resucitar. Ese es nuestro camino-le dijo sin despegarle la mirada -A lo mejor ese sea nuestro camino, a lo mejor…
-Soy humilde, pero temo hacer ese recorrido. El bando de los criminales me puede matar dos veces. Ya miro sus ventanillas de crímenes hiriéndome todo mi cuerpo-dijo el Ocelote.
-¡Tendrá tanto poder el mal, que cuando estamos ante lo desconocido, no importa cuánto de bello sea, el mal nos hace dudar!- reclamó el Gato
-Sus poderes son feudales. Aunque no sean tan grandes, son cerrados como murallas y fríos como calabozos infernales. Feudales e infernales, porque no sienten el dolor de los que sufren- dijo el Águila.
La luz del bosque, su frescura, sus aromas y sus colores lo volvían cada vez más atrayente.
-Como si fueras por caminos diferentes hacia patrias o naciones diferentes, así se nos presenta la realidad-olisqueó el Gato, con una voz que se les pegó como un presentimiento grave.
-Por eso deberemos aprenderlo entre todos, para saber que todos, mientras no perdamos la luz, seremos útiles a la fundación de la patria, que es lo que al final perseguimos- recalcó la Tortuga.
-Esta es una lucha pacífica, porque nuestras manos, que no cargan piedras, ni azadones, ni machetes; nada podrán hacer contra los fusiles, ni tampoco contra la aridez. Por eso, es que hoy a nosotros se nos presenta este bosque, como una promesa, que hasta parece irreal, pienso yo- sentenció el Ocelote-porque nada le podemos alterar.
-No es irreal, la utopía no es irreal, por eso lucha la gente toda una vida. La gente que se declara gente y vive por una razón de vida verdadera- y agregó la Tortuga-Yo a este bosque le llamaría, Tamayo, en honor a esos que luchan siempre, llámense Bertha, madres o abuelas.
-¡Sí, dijo alegre la Lora- tal vez poniéndole un nombre conocido, nos sea más fácil ir por él. Por eso vamos haciendo esta marcha de luz, porque por ella morimos, porque de ella somos. Y así será como Palmerolo nos lleva a encontrarnos con el pueblo, yendo por un lugar que ya se nos está volviendo familiar.
-Por suerte no vamos a poder hacer paro por hambre- ripostó el Puerco Espín-que andaba un poco alocadito y feliz presintiendo la variedad de alimentos que sin duda se toparía en aquel bosque.
-¡Sí! Palmerolo tiene que comer y beber. No debemos olvidarlo. Eso nos permite que debamos cuidar lo que está vivo-afirmó la Tortuga
-Esta marcha no es parcial, es lo bueno. La vida. Por eso es la luz y la inocencia de Palmerolo que nos acompaña. Palmerolo es limpio, inocente, pero no tonto, no ignorante ¡Bueno, ya, hagamos camino! –incitó el Águila.